Acudí la semana pasada a una interesante charla impartida por esa gran psicólogo española que es
María Jesús Alava Reyes, una mujer que es referencia en el mundo de la psicología en España, y que exhibió en su discurso amén de un profundo conocimiento de la ciencia de la psicología, algo que se antoja incluso más difícil, una gran carga de sensatez y de sencillez en el análisis.
Tras la charla se abrió un interesante coloquio en el que uno de los asistentes le hizo la siguiente pregunta: “En mi empresa, una persona con unos méritos que considero muy inferiores a los míos ha sido promovido pasando por delante de mí. No sé si el hecho me ha producido envidia o indignación, pero en todo caso me ha afectado mucho. ¿Qué consejo me das?”
Resumidamente, María Jesús le respondió: Yo te diría tres cosas. En primer lugar y para empezar, ¿a ti quién ha dicho que la vida sea justa? En segundo lugar te diría que te concentres en ti mismo, en la calidad de tu trabajo, en tus ingresos, en tus resultados, y no mires lo que les pasa a los demás. Y en tercer lugar, te diría también que no pierdas un solo minuto de tu vida ni un solo átomo de tu energía en sufrir, en lamentar lo que pudo ser y no fue, ni siquiera en odiar a aquél que ha pasado por delante de ti teniendo según tú menos méritos, sino que los dediques a mirar adelante y a seguir disfrutando de tu trabajo y de tus circunstancias.
Siendo tres consejos maravillosos, me llamó la atención el primero: “Y a ti ¿quién ha dicho que la vida sea justa?”
Y es que efectivamente, la vida, al igual que la muerte como vimos en su día (
pinche aquí se desea saber lo que entonces dijimos), tampoco es justa. Y ante esta situación, entiendo debemos adoptar una doble actitud. Desde el punto de vista social, general, todos estamos obligados a seguir luchando para que cada vez el corto período que pasamos en el mundo al que llamamos “vida” sea más justo, de manera que podamos acercar nuestras propias circunstancias a la justicia y desde luego, legar a nuestros herederos un mundo más justo.
Pero desde el punto de vista casuístico e individual, tenemos que aprender a pasar por encima de las injusticias que sufrimos y seguir avanzando en la vida consiguiendo que no nos afecten, que no nos perjudiquen en realidad, más de lo que ya lo hacen por el solo hecho de constituir una injusticia.
Me pareció una buena enseñanza para la vida, y por eso la traigo hoy aquí y la comparto con Vds..
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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