La vida de la Iglesia es maravillosa y a veces el Señor nos ayuda a tener un mayor y mejor contacto con esta inmensa y sorprendente realidad. Desde el pasado lunes estoy participando en el IX Seminario Profesional para las Oficinas de Comunicación de la Iglesia que se celebra en la Pontificia Università della Santa en Roma. 
 

Hemos tenido el honor de escuchar y saludar al carismático Cardenal Dolán, de Nueva York y escuchar a diversos expertos venidos de todas partes del mundo. También he tenido la oportunidad de compartir los trabajos sobre redes sociales que he ido haciendo desde Blogueros con el Papa. Sólo puedo dar gracias a Dios por esta oportunidad de poner un granito de arena para que mejore la comunicación eclesial. 

Pero dejemos un poco de lado las circunstancias del Seminario para centrarnos en una reflexión que esta tarde ha compartido el P. Domenico Pompili, portavoz de la Conferencia Episcopal Italiana. 

Centrémonos en la evangelización, tanto en el espacio físico como en los diferentes espacios sociales virtuales y pensemos en quienes son los que realizan esta función. Tendemos a pensar en que este tipo de trabajo debe ser realizado por expertos en la materia. Personas que han estudiado y trabajado sobre el tema durante años y décadas. No cabe duda que los expertos tienen muchas cosas que decir e indicar, pero la evangelización no es una tarea de expertos ni un tipo de cristianos en concreto. La evangelización es una misión de todos, que no podemos delegar en otros… porque Cristo mismo nos dijo que teníamos que difundir la Buena Noticia. 

Seguramente podremos pensar que ¿Quién soy yo para esta tarea tan complicada en el mundo actual? ¿Qué pasa si me equivoco? Si los expertos no consiguen nada ¿Qué podrá conseguir yo? ¿Cómo puedo hacer algo que nadie me ha enseñado? 

Todas estas preguntas tienen una razón de fondo que nadie puede negar. Es cierto que no somos nadie y nadie nos envía. Bueno, esto no es del todo cierto. Somos cristianos bautizados y nos envía Cristo. Si el “Jefe” nos solicita hacer algo ¿A qué esperamos? 

Pues parece que esperamos a que un Ángel con una espada de fuego nos señale la dirección, pero esto no puede ser así. Tenemos que se nosotros quienes tomemos la iniciativa y busquemos la formación necesaria. En P. Domenico Pompili señaló la parábola del Buen Samaritano como un ejemplo que nos debe hacer reflexionar y movernos a cambiar nuestras actitudes. 

Pregúntese si el Samaritano era la persona más adecuada para atender a pobre apaleado. Sin duda el sacerdote podría solicitar la ayuda de otras personas y llevar a la víctima a un lugar muy adecuado. También un Levita podría ser una persona adecuada. Conocía las leyes y tenía influencia en muchos círculos de influencia. ¿Por qué no un soldado o un medico de la época? Seguro que ellos eran mucho más adecuados que el Samaritano que actuó por piedad y misericordia. 

A nosotros nos pasa lo mismo. Esperamos que sean otros los que evangelicen y que estas personas carguen con la responsabilidad de todo lo que ocurra. Si son expertos mucho mejor, ya que esto nos permite lavarnos las manos y olvidar el deber que tenemos con nosotros. 

¿Quiénes pueden ser los Buenos Samaritanos de la evangelización? ¿Qué les parece que demos entrada y protagonismo a las personas mayores? Tienen tres características esenciales: experiencia, tiempo y capacidad de compromiso. ¿Qué tal si capacitamos a los padres para que evangelicen a sus hijos, amigos y conocidos? ¿Los jóvenes? Son los que mejor enlazan con otros jóvenes. 

Lo que es evidente en la parábola del Buen Samaritano, es que el Samaritano vio en la víctima a un se humano tan limitado y desgraciado como él mismo. Quien se compadece de otra persona, se da cuenta de que todos somos imagen digna de Dios. 

El Papa Francisco nos habla de la cultura del descarte que se evidencia en ciertos grupos de personas y que nos deshumaniza. ¿Por qué no ayudamos a estar personas a ser los Buenos Samaritanos del siglo XXI?