El sanedrín es, como se sabe, la institución –la llamaremos “institución” más que “tribunal”, pues sus funciones probablemente transcienden, según veremos, lo meramente judicial- que juzga a Jesús. Algo en lo que existe entre los evangelistas un acuerdo mayoritario, aunque no unánime. Y es que sólo los tres sinópticos - los cuales utilizan la palabra en hasta cinco ocasiones- recogen el juicio de Jesús ante el sanedrín. En tanto que en Juan lo que existe es una especie de instrucción previa en casa del ex sumo sacerdote Anás, de donde Jesús es enviado a casa de Caifás, de donde, a su vez, es enviado a Pilatos, en una versión del juicio que se antoja, a decir verdad, menos verosímil que la de los sinópticos.
 
            Así las cosas, la pregunta que nos formulamos hoy es: ¿qué era esta institución del sanedrín a la que se refieren los tres evangelistas sinópticos?
 
            El Sanedrín judío es el heredero del Consejo de ancianos que Dios ordena a Moisés constituir con setenta miembros más él mismo.
 
            “Yahvé respondió a Moisés: ‘Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que te consta que son ancianos y escribas del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo’” (Nu. 11, 16).
 
            Aunque es posible que existiera ya hacia el s. V a.C., se lo menciona por primera vez con el nombre de “gerousía” (=consejo de ancianos en griego) en tiempos de Antíoco III de Siria (223187). Con el nombre “sanedrín” aparece ya en el reinado de Hircano II (63-40).
 
            Compuesto de tres estamentos, sumos sacerdotes, escribas y ancianos, y con sede en las dependencias del Templo, es el más importante órgano de gobierno de los judíos: elige al Rey, gobierna en su ausencia, autoriza la declaración de guerra, etc.. Tan importante que, según relata Flavio Josefo, se enfrentará a Herodes, el cual ejecuta nada menos que a cuarenta y cinco de sus miembros, esto es, más de la mitad.
 
            Producida la dominación romana de la provincia de Judea tras el destronamiento de Arquelao en el año 6 d. C., cabe establecer dos hipótesis por lo que al sanedrín se refiere. La primera, que la institución cayera en decadencia, conservando apenas funciones de tipo judicial y no sin limitaciones, ya que a los judíos no les es dado condenar a muerte, como nos informa evangelista Juan, en un nueva expresión de esa fuente histórica de primer orden que son los evangelios:
 
            “Pilato replicó: “tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos replicaron: ‘nosotros no podemos dar muerte a nadie’” (Jn. 18, 31).
 
            Una limitación, la de dar muerte a nadie, que confirman también otras fuentes, como tendremos ocasión de ver en esta columna algún día, pues es un tema muy interesante.
 
            Si bien cabe establecer también, -a mi humilde entender con mayor criterio- una segunda hipótesis, cual es la de que bajo la égida romana el sanedrín adquiriera funciones menores de gobierno que hasta ese momento ejercía directamente la despótica dinastía herodiana, y que la autoridad romana, mucho más pragmática y menos autoritaria después de todo, habrían preferido dejar en manos de las propias instituciones judías.

            En este sentido abunda el hecho de que esté dotada de hasta una policía propia, según cabe extraer también de los propios evangelios. De Marcos y de Mateo con claridad discutible:
 
            “Acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo (Mt. 26, 47 muy similar en Mc. 14, 43).
 
            De Juan con mayor claridad:
 
            “Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas” (Jn. 18, 3)
 
            Y de Lucas con mayor aún:
 
            “Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él” (Lc. 22, 52).
 
            En cualquier caso, en tiempos de Jesús el sanedrín está presidido por el sumo sacerdote Caifás, que nombrado por el procurador Valerio Grato, ejercerá el cargo entre los años 18 y 36 d.C., -algo que conocemos bien gracias a Flavio Josefo- longevidad inusual en una época en la que los sumos sacerdotes apenas duran un año, lo que da a entender las cordiales relaciones que debió mantener con el poder romano.
 
            A modo de curiosidad, vale la pena reseñar que, según todos los indicios, la tumba de este Caifás es una de las halladas en el fabuloso descubrimiento de 1990 en la necrópolis de Talpiot en Jerusalén.
 
 
            ©L.A.
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