Cuántas lecciones contiene el libro de Cristina Siccardi, La monja que salvó a Juan Pablo II. La primera y más importante de todas, a mi juicio: el sentido del sufrimiento. Sor Rita del Espíritu Santo, monja agustina de seglar Cristina Montella, era una especie de clon del Padre Pío, sólo que en mujer.
Con sólo seis años se ciñó a la cintura, valga la redundancia, un cinturón espiritual que llevó siempre hasta que cumplió los quince y el médico reparó en que, adherido en parte a la propia carne, el organismo lo rechazaba. Tuvo así que quitárselo, pero poco después recibió a cambio los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo en manos, pies y costado. Como el Padre Pío.
Juntos celebraban la Hora Santa, llagados ambos, en la celda del monasterio de Santa Cruz del Arno, en la provincia de Pisa, donde el Padre Pío "viajaba" cada noche en bilocación.
Ahora y siempre, pero ahora especialmente, en Semana Santa, los católicos no debemos perder de vista el sentido purificador del sufrimiento, la bendita medicina que cura nuestro espíritu y el de los demás. Cada uno en la medida de sus posibilidades, claro está.
Más pronto que tarde, si Dios quiere, Sor Rita del Espíritu Santo, en proceso de beatificación, subirá a los altares. De su vida fascinante saldrá a relucir siempre las virtudes de la humildad y la caridad que ella vivió en grado heroico. La "Bambina" del Padre Pío, como el gran santo la llamaba, no por su corta edad, sino por su pureza e inocencia de espíritu.
Estos días releo La monja que salvó a Juan Pablo II y cada uno de sus pasajes me sirve para hacer oración y encontrarme con Dios.¡Bendita tú, "Niña", que tanto le amaste!
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