Un curioso episodio de la historia del que pocos tienen conocimiento, porque tal día como hoy pero de hace dos enteros siglos, comenzaba el reinado de nada menos que un Napoleón Bonaparte sobre una islita en el Mediterráneo llamada Elba, de apenas 225 kms2. Un reino “de juguete” para disfrazar lo que en realidad era el exilio de quien había sido Emperador de toda Europa hasta su derrota y abdicación el 6 de abril de 1814.
El reino de Elba del que Napoléon fue monarca, - a título de Príncipe por cierto- dura desde su creación el 14 de abril, -tal día como hoy-, de 1814, hasta el 1 de marzo de 1815. Ni siquiera un año como se ve.
Creado por el Tratado de Fontainebleau, en dicho tratado se señala que el Emperador “renuncia para sí, sus sucesores y descendientes así como cada uno de los miembros de su familia a todo derecho de soberanía y dominación tanto sobre el Imperio francés y el Reino de Italia, como de cualquier otro país [si bien] el Emperador Napoléon y la Emperatriz María Luisa conservarán sus títulos y su categoría mientras su vida dure”. “La isla de Elba adoptada por S.M el Emperador Napoléon como lugar de residencia formará durante su vida un principado separado que constituirá su posesión en total soberanía y propiedad”.
Elba es una pequeña isla italiana -por cierto, bajo soberanía española durante mucho tiempo- a una decena de kilómetros de la costa continental italiana y poco más de cincuenta al este de la Córcega natal del Emperador, parte del Archipiélago Toscano junto con otras siete islas entre las cuales la Montecristo de la que Alejandro Dumas hará conde, poco después, a uno de sus más inmortales personajes, Edmundo Dantés.
El Emperador ocupará el Palacio de los Mulini, en Portoferraio, capital de la isla. Dota al principado de una bandera nacional blanca con una franja diagonal roja con abejas amarillas, símbolo imperial de los Bonaparte, y hasta nombra un gobierno con el Gran Mariscal Bertrand como ministro de Interior, Antoine Drouot como ministro de la Guerra, o el Gral. Cambronne como comandante de la Guardia Imperial.
En el año escaso que reina en Elba, Napoleón construye carreteras, puentes y fortificaciones, manda plantar olivos y moreras para desarrollar la industria de la seda, y promueve la minería. Funda un hospital y mejora las condiciones higiénicas de la capital.
Tan extraño estado de cosas termina cuando el 26 de febrero de 1815, el Emperador abandona la isla con la firme intención de volver al continente y recuperar el lugar que entiende le corresponde, dando inicio al no menos extraño período histórico que se da en llamar Imperio de los Cien Días que, como se sabe, termina con su derrota en Waterloo. Una derrota de resultas de la cual, Napoleón vuelve a ser exiliado, sólo que esta vez no a Elba, isla demasiado cercana a una Europa que no quería más sorpresitas, sino a Santa Elena, en aguas atlánticas, en el medio de la nada, dos mil ochocientos kilómetros al oeste de la costa angoleña. En ella residirá seis años, y en ella morirá el 5 de mayo de 1821, a la temprana edad de cincuenta y un años. Después de haber sido el hombre más poderoso del mundo, y también y nada menos, Rey de Elba.
©L.A.
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