Benedicto XVI tiene infinidad de frases geniales. Esta semana quiero citar la siguiente: “La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico romano”.
Es innegable que Occidente ha sido moldeado en base a esos tres pilares. Es más, la crisis en que nos encontramos actualmente toma su raíz en haber ido prescindiendo gradualmente de ellos, comenzando por el cimiento de la fe. Con todo, confiemos en que se recupere el rumbo perdido, ya que Dios es quien lleva las manijas de la historia.
Pero volviendo a la pregunta del título, ¿en cuál de estos tres pilares podemos situar la ciencia? Las palabras de Benedicto XVI no mencionan en ningún lado la ciencia. El motivo es que, en la antigüedad, la ciencia no gozaba de un desarrollo tan grande como hoy en día. De ahí que se encontrara muy unida a la filosofía. De hecho, durante muchos siglos se hablaba de filosofía natural para referirse a disciplinas tan variadas como la astronomía, la física, la biología o la química. Sin ir más lejos, la obra cumbre de Newton, donde enunció la teoría de la gravitación universal, se llama Principios Matemáticos de Filosofía Natural.
Así, tomando en cuenta que la ciencia tenía un estrecho vínculo con la filosofía, podemos situarnos en Grecia, la cuna de la filosofía.
Quitando el pueblo judío, la religiosidad de la mayoría de las civilizaciones se basaba en la creencia en los dioses de la naturaleza: los animales, el sol, la fertilidad, la lluvia… Grecia no era una excepción en este sentido: Artemisa, Helios, Afrodita, Zeus… Sin embargo, esto entró en crisis hacia finales del siglo VII y comienzos del siglo VI a.C. Se produce una revolución del pensamiento que comienza en la ciudad Mileto, una antigua colonia griega de Asia Menor. Allí vivió Tales de Mileto, un personaje al que se le atribuyen la predicción de diversos fenómenos naturales. Uno de ellos fue un periodo de fertilidad previo al cual alquiló por poco dinero todas las almazaras, instrumentos que sirven para prensar las aceitunas y extraer el aceite. Así, cuando vino la lluvia hubo producción magnífica de aceitunas y se enriqueció. Aunque la predicción más espectacular que se le atribuye es la de un eclipse, en el 585 a.C., del cual hizo una interpretación racional (interposición de un cuerpo opaco entre el Sol y la Tierra).
Si bien la figura de Tales de Mileto ha podido ser engrandecida, lo cierto es que trataba de explicar y predecir eventos naturales sin recurrir a explicaciones sobrenaturales. Todo esto pudo generar cierto cuestionamiento sobre la necesidad de atribuir estos fenómenos a la intervención de los dioses. De modo que poco a poco se fue allanando el camino para el desarrollo del pensamiento racional y científico, alejándose de las explicaciones mitológicas y sentando las bases para el surgimiento de la filosofía y la ciencia occidentales.