¿Un puño levantado simboliza la libertad? Pues no, pero si lo digo alto corro el riesgo de que me monten un escrache los estudiantes de la Complutense que al grito de fascistas han agredido a un grupo de alumnos partidarios de la maternidad responsable que pretendía entablar un diálogo sobre las posibilidades del embrión de llegar lejos en la vida. Sabido es que para un fascista los fascistas siempre son los otros, pero por Solzhenitsyn sabemos que el archipiélago Gulag fue el país de nunca jamás para la disidencia soviética y por Guillermo Fariñas que Cuba es la antítesis de las islas afortunadas.
La vieja URSS y la nueva trova cubana demuestran que la libertad es un campo de concentración siberiano amenizado por un hilo musical en el que suena siempre Yolanda, pero el fascismo de izquierdas interpreta la represión soviética, valorada en cien millones de muertos, como la gran contribución de la dictadura del proletariado a la lucha de clases y entiende que el gobierno de La Habana, para defenderse de imperialismo ideológico de la derecha, no tiene más remedio que comparar a las damas de blanco con el club de amigas de doña Carmen Polo. De ahí que sugiera al estudiantado conservador que la próxima charla sobre la placenta la dé en el pazo de Meiras.