Antes de empezar a leer: lo aquí escrito es mi opinión personal y no pretendo imponer a nadie mis opiniones, sólo comparto algo que me inquieta en estos tiempos revueltos.
Estamos en Cuaresma y no me meto en el tiempo litúrgico con tanta distracción, el tema del coronavirus es omnipresente, las “hazañas” del injerto-gobierno rellenan los huecos que deja este tema y ahora ¡el cierre de los colegios!
El otro día iba a un sitio en Metro y en vez de hacer el transbordo que tenía que hacer me salí a la calle de lo distraída que iba pensando en todas estas cosas. ¡Imposible tener presente el tiempo litúrgico, eso sería para nota! No sé si a ti te pasa lo mismo, puede que yo esté especialmente floja para las cosas de Dios, no te digo que no.
El caso es que quiero tener a Dios en la cabeza, quiero estar en línea con Él, quiero prepararme muy bien para la Semana Santa pero me está constando. Y para colmo el domingo pasado al llegar a misa ¡zas!, las pilas de agua bendita vacías y selladas y un cartelito informando que no hay más agua bendita para evitar el contagio del coronavirus. Vale, la 1ª en la frente, ya me sentó mal porque me cortaron el rollo, siempre que entro en una iglesia tomo agua bendita y me santiguo mientras hago un acto de fe, de adhesión a Dios y rechazo a Satanás y todas sus obras. Sí, en medio segundo da tiempo. Y no me gustó nada que en mi propia parroquia me lo impidieran pero qué le vamos a hacer.
Llega el momento de la paz y el sacerdote dice aquello de “daos fraternalmente la paz” como siempre, y todos hacemos lo de siempre: besar a nuestros familiares y/o amigos con los que compartimos banco y dar la mano a los vecinos de banco. Aparentemente todo bien. Comulgamos, todo como de costumbre: quien quiere en la boca y quien quiere en la mano.
Antes de la bendición final el sacerdote da unos avisos y ahí es cuando me solivianto, que es mi primera reacción, un reflejo involuntario, envidio a todos aquellos que son capaces de escuchar sin despeinarse las cosas que a mí me mosquean mogollón. Ahí vamos con los avisos, todos sobre el virusito del momento:
- Que para evitar contagios se ha quitado el agua bendita de las pilas de la entrada.
- Que al darnos la paz nos limitemos a saludar con un gesto.
- Que los obispos españoles han dicho que los fieles comulguen en la mano.
Si el aviso 1 me picó un poco, el aviso 2 me pareció tonto del todo: si quieres evitar el contacto físico no invites a dar la paz, pasa directamente al “cordero de Dios” porque es muy difícil que los españoles nos limitemos a hacer un gestito de saludo, pregunta a quien quieras. Pero el aviso 3 además de molestarme mucho me dolió.
Primero porque hasta el domingo pasado no había oído en ninguna radio -ni siquiera en la Cope- ni visto en ningún telediario ni periódico ningún aviso de la Conferencia Episcopal Española al respecto. No digo que no saliera sino que yo no lo había escuchado ni leído y me extrañaba no haberme enterado porque todos los días escucho la radio y leo la prensa en Internet.
Días después busqué y encontré que la Conferencia Episcopal sí hizo el día 6 de marzo unas indicaciones utilizando palabras suaves como “conveniencia”, “posibilidad de ofrecer” y “que puedan ser sustituidas”. La única frase con tono imperativo es esta: “Que las personas que distribuyen la comunión durante la eucaristía, se laven las manos antes y después de este momento.”
Segundo porque yo no comulgo en la mano, jamás. ¿Quién soy yo para tocar al Señor con mis manos que no están consagradas para eso? Respeto a todos los que sí pero yo soy incapaz. Además estoy harta de ver gente que comulga en la mano mal, cogiendo a Cristo-Eucaristía de cualquier forma, yéndose con la forma consagrada aún en la mano… y me duele mucho porque creo absolutamente que Jesús de Nazaret está en la Eucaristía vivo y real.
Pero yo no les digo que tienen que comulgar en la boca y me guardo mis opiniones para mí si nadie me pregunta o si no soy yo la que saca el tema. Y como este post no va de esto te remito a un documento muy interesante: “Notificación de la Congregación para el Culto Divino acerca de la comunión en la mano”, del 3 de abril de 1985.
Tercero porque me sentí maltratada, agredida en lo más íntimo de mi relación con Dios: que yo sepa ningún obispo, ni siquiera el Papa de Roma puede obligar a nadie a comulgar de una forma u otra. Lo que sí dijo el Papa Francisco en la audiencia general del 21 de Marzo de 2018 entre otras cosas fue esto: “(…) y se comulga de pie y con devoción, o de rodillas, como establece la Conferencia Episcopal, recibiendo el sacramento en la boca o, en donde se permite, en la mano, como prefiera(…)” Y el documento antes citado dice en el punto 7: No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la comunión o en la mano o en la boca.
Así que por favor señores sacerdotes, con todo el respeto y veneración que les tengo les digo esto: no confundan al personal, entérense bien de todo lo que les indiquen sus obispos y transmítanlo fielmente sin añadir nada de su cosecha, sin decir que es una orden lo que es una recomendación, y en este tema del bichito de las narices apliquen el sentido común: si los únicos que tocan todas y cada una de las formas consagradas son los ministros de la Eucaristía, ellos son los que deben extremar la higiene, y recuerden a los fieles que al comulgar en la boca deben sacar un poquito la lengua para que el ministro no tenga que tocar la saliva. Pero no nos digan que los obispos han dicho esto o lo otro si no es verdad, y mucho menos digan a gritos “¡hemos dicho que en la mano!”, que ya me pasó una vez hace mil años cuando tuvimos la fiesta con la Gripe A, no sé si fue en 2009, y me sentí muy violentada y tuve que mantenerme firme con las manos a la espalda y confiar en que el sacerdote me diera la comunión en la boca, como así fue. Pero en vez de recibir la comunión y estar en intimidad con Cristo como Dios manda, estuve muy distraída, con taquicardia y un enfado del 14.
Pero resulta que el día 9 de marzo, después de haber redactado este post, el arzobispado de Madrid emitió un nuevo aviso en el que volvía a recomendar recibir la comunión en la mano y esta vez sí que lo escuché en la radio y luego lo leí:
“Por prudencia, se recomienda comulgar en la mano. Y se ruega que las personas que distribuyen la comunión durante la Eucaristía, se laven las manos antes y después.”
Y empecé a plantearme si no estaría siendo cabezota, si no estaría poniendo al sacerdote o a mí misma innecesariamente en riesgo aunque fuera remotamente, si este celo no sería fariseísmo o apegamiento a mi costumbre, a mi sensibilidad, si no sería resistirme a un cambio muy grande para mí porque esta situación no me está gustando nada, pero la Iglesia es madre y si tu madre te recomienda algo...
Así que ayer pregunté a 2 ó 3 personas de mi confianza “¿qué hago con lo de comulgar en la mano? Me resisto y tampoco sé qué decirles a mis hijos”. Las respuestas, rápidas, sencillas y de sentido común no fueron las que yo quería pero me han ayudado a resolver mi conflicto interno: no complicarse, es una medida extraordinaria en una situación extraordinaria, terminará antes o después y no es cuestión de montar un pollo en la cola de la comunión, y si mi sensibilidad me hace sentir mal puedo ofrecer al Señor esta gran incomodidad como una ofrenda.
Lo que tengo clarísimo como el agua es que al Santísimo hay que tratarlo con una enorme delicadeza, respeto y veneración. Y que cuando somos muchos los que vamos a comulgar es inevitable que los sacerdotes se mojen un poquito los dedos con nuestra saliva así que vale la pena extremar la precaución mientras dure esta situación.
No le digo a nadie lo que debe hacer, yo misma aún no sé qué haré, que cada uno haga lo que vea. Lo importante es comulgar, no dejar de comulgar, eso sí que no.
Por otro lado a mí nadie me quita la certeza no comprobada científicamente de que esto de cerrar iglesias antes de la hora habitual, quitar el agua bendita y tener que plantearnos cosas que nos quitan la paz pone muy contento al Patas.
¡Ay Señor, danos sentido común y haz que termine esta epidemia! Sobre todo por los enfermos y sus familias, especialmente los que están en la UCI y por todo el personal sanitario y de pastoral que los están atendiendo.