El edificio fue una Basílica cristiana, hasta que la invasión árabe la transformó en mezquita. Tras la reconquista, el rey Fernando III, el Santo, la devolvió a los cristianos. A partir de 1236, la Iglesia la transformó en una impresionante Catedral que mezcla el sustrato árabe con el gótico, renacimiento y barroco cristiano.
El gobierno regional de Andalucía está intentando apropiarse de este edificio invocando que es patrimonio de la humanidad. Es necesario señalar que el gobierno andaluz está conformado por una coalición de los partidos socialista y comunista. Ya nos han indicado que para el curso que viene intentaran reducir las clases de religión al mínimo posible y que la asignatura adoctrinadora en la Ideología de Género, “Educación para la Ciudadanía” seguirá vigente en Andalucía, aunque desaparezca del sistema educativo español.
Volviendo a la Catedral de Córdoba, ahora es una asociación llamada Centro UNESCO Andalucía, la que da una puntada adicional en el proceso de usurpación de la Catedral. Este Centro, vinculado indirectamente con la verdadera UNESCO, ha emitido un informe en el que se muestra a favor de que “la Mezquita-Catedral de Córdoba sea patrimonio de todos". Aunque este culebrón puede terminar mal para la Iglesia, no miremos la parte negativa de todo ello. Intentemos aprender del evangelio y de los Primeros Padres.
Sin embargo, mientras en algunos casos debemos tolerar que nos roben las cosas temporales, en otros, guardando la caridad, debemos impedirlo, no sólo por nuestro interés, sino también para evitar que los ladrones se pierdan. Más debemos temer por los ladrones, que sentir la pérdida de las cosas terrenas. Cuando se pierde la paz del corazón respecto del prójimo por una cosa terrena, se evidencia que amamos al prójimo menos que a las cosas. (San Gregorio Magno, Moralia, 31, 13)
¿Qué hacer cuando un poder usurpa o intenta usurpar un bien de la Iglesia? San Gregorio Magno nos dice que “Más debemos temer por los ladrones, que sentir la pérdida de las cosas terrenas”. Si litigamos por la catedral de Córdoba, que sea con el fin de enseñar el amor a Dios y evangelizar a quienes usurpan el bien. Si se litiga por afán de gloria terrena, estaríamos demostrando que no seguimos realmente a Cristo. “Cuando se pierde la paz del corazón respecto del prójimo por una cosa terrena, se evidencia que amamos al prójimo menos que a las cosas.”
Todos sabemos que el gobierno tiene siempre la sartén por el mango. Un simple decreto bastaría para definir la Catedral como un edificio de titularidad estatal, con lo que la Iglesia sería únicamente un usuario más del inmueble. Tendríamos que solicitar permiso para su utilización religiosa. Por otra parte, las continuas reclamaciones de utilización paritaria de las autoridades religiosas musulmanas tendrían un marco donde ser aceptadas sin problema.
Siguiendo las palabras de Cristo:
“Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y a quien te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.” (Mt 5, 38-45)
Si la Junta de Andalucía decide quedarse con el edificio y ejecuta su plan, no nos preocupemos. Que sea la Voluntad de Dios la que impere. Si la Catedral no puede seguir siendo un templo católico, busquemos otro lugar donde adorar al Señor, aunque sea menos bello y tenga menos historia. Lo importante son las piedras vivas que llenan los templos, no las piedras muertas que le dan forma externa. Las piedras, piedras son. Mirar atrás, como hizo la mujer de Lot, sólo nos puede llevar a convertirnos en estatuas de sal.
Si se entra en litigio, que sea con afán de evangelizar la sociedad con caridad y paciencia. Tengamos la valentía de ofrecer también la capa que no nos ha sido requerida. En todo momento oremos por las personas que demuestran su rencor hacia nosotros y no dejemos de dar gracias a Dios porque manda la lluvia sobre justos e injustos. ¿Qué sería de nosotros i decidiera privar de su Gracia a quienes no fuesen justos?