Pues bien, estoy estos días leyendo un libro de Dwight Longenecker especialmente recomendado para la Cuaresma y encuentro la siguiente reflexión: quienes oponen la Biblia a la Iglesia olvidan que fue la Iglesia quien nos dio la Biblia. Jaque mate (brindado, además, por un sacerdote católico que proviene del fundamentalismo protestante).
En efecto, la Biblia no apareció publicada sin más, como otros libros de otros autores, sino que los libros que la componen están allí precisamente porque fue la Iglesia, con su autoridad, la que los definió como parte de la Palabra revelada. Sencillamente: sin Iglesia no habría Biblia. Contraponer algo con aquello que lo ha creado es pues necedad, y gorda.
Recuerdo lo que me enseñaban en el colegio sobre la Biblia, el Magisterio y la Tradición: son las tres patas que sostienen nuestra fe. Han pasado los años y cada día lo veo más claro: cuando se corta una pata o, incluso peor, se contrapone una a otra, la cosa se viene abajo. Hasta un niño lo puede entender.