Necesitamos buscar espacios estratégicos para trabajar por la nueva evangelización. No se trata de abandonar a los pobres por los ricos, sino de saber distribuir inteligentemente a las personas y recursos con los que cuente cada diócesis, siendo -en palabras del apóstol Pablo- “todo para todos”. Las ciudades están abandonas, urge acercarse a los alejados y, sobre todo, promover la fe en los diferentes niveles de la sociedad. No olvidemos que, el entonces cardenal Bergoglio, fue uno de los primeros en señalar la importancia de las misiones urbanas. Antiguamente, los católicos se esforzaban por construir sus templos, parroquias y colegios en lugares céntricos, accesibles; sin embargo, con el tiempo se ha ido perdiendo la visión a largo plazo, lo que nos plantea el reto de planear mejor las cosas. Después de la oración, los sacramentos y, por supuesto, las buenas obras, aparece la necesidad de organizarse para llevar a cabo un buen ejercicio de la misión en el aquí y el ahora. Si eso implica situarse en las avenidas principales de las capitales, ¡adelante!, pues ahí se toman muchas decisiones importantes, capaces de cambiar la suerte de millones de personas y qué mejor que contar con la propuesta de la Iglesia que es madre y maestra. No podemos replegarnos. Al contrario, nos toca ir a la “zona cero”. Por ejemplo, en la colonia “Condesa” de la Ciudad de México, se encuentra enclavada la parroquia “Santa Rosa de Lima” de los frailes dominicos y es muy significativo que cubra un perímetro lleno de edificios departamentales, restaurantes, parques y bares, porque desde esa posición puede hacer mucho bien, promoviendo la nueva evangelización en un sentido cultural mucho más amplio y diverso.
Tenemos la ventaja de que -al menos en América Latina y Europa- hay varios inmuebles religiosos en las zonas más concurridas de las principales ciudades; sin embargo, el reto es darles un uso que se identifique verdaderamente con la nueva evangelización en lugar de cerrarlos, donarlos o venderlos. Poco a poco, es posible reinsertarse en la sociedad y, desde ahí, hacer presente a Cristo en lugares que provoquen una sana respuesta de parte de los transeúntes. Las periferias geográficas y existenciales esperan lo mejor de todos y de cada uno de nosotros. El momento es ahora.
[1] Más información: http://mostholyredeemer.tripod.com/