Ahora bien, si somos valientes y, desde ahí, queremos hacer algo que valga la pena a nivel social, económico o político, conviene saber a qué le estamos tirando: incomprensiones de todo tipo. Nada de jugar a la víctima triste y resentida. Al contrario, implica o supone volar más alto, jugársela por lo que consideramos verdadero y justo. La congruencia es capaz de desarmar a un régimen totalitario sin un solo disparo. Conviene aclarar que la coherencia no es sinónimo de rigidez, ingenuidad o evasión, sino un estilo de vida inteligente, lucido, alegre, audaz, creativo y capaz de incomodar a los cómodos, aquellos que se sienten más espectadores que protagonistas. Y esto empieza a una escala menor. Por ejemplo, cada vez que renunciamos a presumir lo que somos o tenemos, contribuimos a romper el estereotipo del joven aparente y superficial.
Utilizando un lenguaje de la escolástica, podemos decir que el precio de la verdad es la cruz. No porque nos vayan a crucificar literalmente, sino por lo que implica vivir a contra corriente, expuestos a miradas que quieren encontrarnos hasta el más mínimo error para tratar de convencernos de que estamos del lado equivocado. Hoy la cruz, en lugar de clavos, tiene un instrumento mucho más sofisticado: la presión social. ¿Entonces hay que volvernos frikis o antisociales? ¡Para nada! Simple y sencillamente, nos toca ser congruentes, hombres y mujeres creíbles.
Nota: Quien desee tomar el artículo y publicarlo –total o parcialmente- a través de algún otro medio, haga el favor de escribir al correo del autor (parte superior derecha) para que sea autorizado. Sin el permiso, queda prohibido reproducirlo, salvo que se trate de compartirlo a través de las redes sociales. El aviso solamente aplica cuando va a colocarse en una página de Internet (blogs incluidos).