Si verdaderamente colocamos en primer lugar las realidades espirituales, no tenemos que preocuparnos de los bienes materiales, porque Dios, en su bondad, nos los proporcionará en abundancia. Si, por el contrario, únicamente velamos por nuestros intereses materiales sin ocuparnos de nuestra vida espiritual, la preocupación constante de las cosas terrestres nos conducirá a descuidar nuestra alma… Por tanto no invirtamos el orden de las cosas. Conociendo la bondad de nuestro Señor, confiaremos totalmente en Él y no nos dejaremos agobiar por las preocupaciones de esta vida… "Vuestro Padre del cielo sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis necesitáis" (Mt 6,8- 32).
Jesús quiere pues que estemos libres de toda preocupación de este mundo y que nos dediquemos totalmente a las obras espirituales. "Buscad pues, nos dice, los bienes espirituales y yo mismo proveeré ampliamente todas vuestras necesidades materiales… Mirad las aves del cielo, no siembran ni cosechan, no tienen reservas en sus graneros, y vuestro Padre del cielo los alimenta". Es decir: " Si he cuidado de las aves que no están dotadas de razón y les proporciono todo lo que necesitan, sin sembrar ni labrar, mucho más velaré por vosotros, que estáis dotados de razón, con tal que antepongáis lo espiritual a lo corporal. ¿Y ya que los creé para vosotros, así como todos los demás seres, y los trato con tanto cuidado, de qué cuidado y solicitud no seréis dignos vosotros, para los que he creado todo esto?" (San Juan Crisóstomo. Catequesis bautismales, n° 8, 19-25 ; SC 50)
Confieso que los franciscanos me caen bien porque en ellos se trasparenta el carisma del Poverello de Asisi y porque saben estar con quienes sufren de una manera heroica y comprometida. La orden franciscana es una joya que la Iglesia debe cuidar, ya que en ella hay personas maravillosas que son ejemplo para todos nosotros.
La actualidad nos trae, de vez en cuando, opiniones que emiten personas muy respetables y hasta queridas, que te hacen reflexionar sobre la confusión que a veces anida dentro y fuera de la Iglesia. En este caso me refiero a una entrevista de Mons Agrelo, Arzobispo de Tanger y franciscano, que se puede leer en el Diario Levante de Valencia.
Dentro de la entrevista hay referencias políticas que pueden crear confusión e inclusive malestar. Se refieren a la filiación política de la Iglesia y de Dios mismo. Monseñor Agrelo habla sobre los males que acechan a la Iglesia, nombra la lacra de la pederastia y sorprendentemente, indica que “nos hace mucho daño que se asocie a la Iglesia con el PP”. El periodista que le entrevista se da cuenta de le filón que ha abierto:
Disculpe el inciso, pero esa vinculación se la han ganado a pulso?
Sí, sí. Pero lo que digo es que nos hace daño.
¿Por qué?
Nos hace daño porque el Evangelio no es de derechas.
Todo lo contrario.
Sí. No sé si se entenderá si digo que Dios es de izquierdas. Con lo cual no digo que sea del PSOE o de Izquierda Unida. Dios sería de derechas si se preocupara de Dios, pero es de izquierdas porque se preocupa de ti y de mí. La Iglesia ha de mostrar que no se preocupa de sí misma ni de Dios, sino del otro. En este sentido, nos hace daño que se nos identifique con políticas que se preocupan del dinero y de cosas que no tocan.
San Juan Crisóstomo nos señala que: “no invirtamos el orden de las cosas. Conociendo la bondad de nuestro Señor, confiaremos totalmente en Él y no nos dejaremos agobiar por las preocupaciones de esta vida…” Mezclar el Evangelio y a Dios mismo, con las ideologías, es hacer un flaco favor a la Iglesia. Tampoco hace bien a quienes recogen este mensaje que enlaza fe e ideología. Cabría preguntar si Stalin o Pol Pot o Mao se preocuparon mucho por las personas a las que impusieron un modelo inhumano de sociedad y de ser humano. Las ideologías nunca se preocupan por el ser humano, ya su objetivo final es crear un nuevo ser humano a la medida de la sociedad ideal que persiguen.
Esperar que otras personas o ideas sean las que nos “salven” conlleva desconfiar de la acción de Dios en el mundo y relegar a segundo plano todo lo que no sea “revolución social”. Afortunadamente Dios nos llama a un camino muy diferente. “Si verdaderamente colocamos en primer lugar las realidades espirituales, no tenemos que preocuparnos de los bienes materiales, porque Dios, en su bondad, nos los proporcionará en abundancia.”
Con todo el respeto que merece Mons. Agrelo, creo que es necesario indicar que la Iglesia se debe ocupar principalmente cosas que no se tocan, ya que nuestro espíritu, fe, entendimiento, voluntad o sentimientos no se pueden contabilizar en dólares ni en euros. La Verdad no cotiza en bolsa y el Reino de Dios no se vende en ninguna inmobiliaria o agente de Real State.
Seguramente algunas personas se preguntarán si no hay que preocuparse por el prójimo. Cristo nos deja claro que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos y si para nosotros no queremos imposibles sociedades ideales ¿Por qué tenemos que vendérselas a quien queremos como a nosotros mismos? Para ayudar a los demás necesitamos dinero, manos y una mínima infraestructura, por ello es necesario que sepamos utilizar los medios como herramientas a favor de quienes más sufren, buscando su bien espiritual, material y social.
El bien social pasa por sacudirnos las escamas ideológicas que nos atan a idealismos alternativos al Evangelio. Dios no es de izquierdas ni de derechas. A la Iglesia le hace mal que la identifiquen con izquierdas, derechas o centros. El Evangelio nos permite dejar las ideologías a un lado para encontrar la Verdad y la Libertad que sólo proviene de Cristo.