Ayer comenzó un curso Alpha en una parroquia de Madrid donde nos llevamos la grata sorpresa de ver que se había echado los restos en todos y cada uno de los detalles de la cena. En una iglesia acostumbrada a la patata frita y la coca cola sin gas de la reunión de la semana pasada, que una parroquia no escatime en poner medios es noticia.
Por supuesto no se trata de hablar de dinero, sino de algo mucho más profundo.
En mi experiencia las aventuras de evangelización que fracasan lo hacen porque en muchas ocasiones veces la gente abre la puerta a Dios pero pone la cadena… y así sólo llegan hasta donde no da miedo, hasta donde no cuesta de lo personal y hasta donde sólo se da de lo que sobra.
En el fondo es todo sintomático de ese quiero y no puedo de Pedro cuando se lanza a las aguas dispuesto a caminar sobre ellas pero pronto empieza a mirarse a sí mismo y cae por el peso de su propia falta de fe…y acabamos empapados por andar calculando si la experiencia saldrá mal o saldrá bien.
Trabajar para Dios y andar calculando es mal negocio. Calcular si me irá bien, si mantendré el control de las cosas, si haré el ridículo, si alcanzará el presupuesto…son todos síntomas de algo que tiene que ver con la generosidad espiritual la cual no estriba en sacar el talonario.
Ser generoso al estilo cristiano tiene mucho más que ver con las bienaventuranzas y el estilo “papa francisco” que prefiere el lío y una iglesia accidentada a una iglesia arrinconada y apocada por el miedo al fracaso. No racanear se trata de entregar el miedo a perder para echarse a andar siguiendo la llamada que el maestro nos hace a través de la Iglesia, sin importar lo que venga.
Y esto, tristemente lo sé por experiencia propia, es lo más difícil porque ahí es donde hacemos todos aguas.
Comíamos esta semana con un sacerdote que nos comentaba que había pasado de ser un agarrado calculador que nunca se atrevía a salirse del guion, a ser una especie de don Quijote espiritual que no tenía reparo en gastar lo que se deba, aunque se deba lo que se gaste para la evangelización.
Claramente prefiero el don Quijote al avaro espiritual que esconde su talento por miedo a que se lo roben. Estoy cansado de escuchar comentarios tipo “no podemos dar porque tenemos déficit”
No se trata de dinero. La primera cosa que las comunidades cristianas no dan es su propia gente. Esos cinco, diez o veinte parroquianos que hacen todo y por supuesto no pueden involucrarse en más cosas porque ya tienen demasiado trabajo. Lo mismo los curas que nunca tienen espacio en la mente o en el corazón para descubrir algo nuevo, porque están demasiado afanados en hacer las mil cosas que les impiden reconocer el tren de la gracia que podría traerles la multiplicación que anhelan cuando pasa por delante de sus narices.
Señores, la economía del Reino de Dios se trata justo de lo contrario. De estar a la que salta para ver cómo bendecir al de al lado, en vez de intentar conservar lo propio. Como contaba Dominique Lapierre hablando de la madre Teresa que dio a una madre india extremamente pobre un puñado de arroz para su recua de hijos y lo primero que hizo fue dividirlo en dos y llevárselo a la vecina de al lado que también tenía niños que alimentar.
Cuántas veces oímos cosas tipo “no es nuestro carisma”, “tengo que administrar bien lo mío”, “tenemos demasiado lio con nuestras cosas”, “no es lo que hacemos en el movimiento”. Cuánto dinero inmovilizado, carismas infrautilizados, tesoros de espiritualidad y evangelización apolillados.
Y así no vamos a ninguna parte.
En el fondo el mayor juicio que se puede hacer sobre la iglesia actual no es que no seamos santos, ni entregados…sino que no estamos juntos. Que somos luminarias encendidas en lo alto de una loma, pero que están solas, porque no son capaces de juntarse con otras luminarias para dar más luz.
Por eso yo ya no creo en las grandes personalidades en la iglesia, ni en los súper santos, ni en la gente súper carismática, o súper entregada y ocupada…creo en las comunidades y los que hacen comunidad con otros en vez de creerse el punto de apoyo de la Iglesia entera. Creo en los que se preocupan de llevar su puñado de arroz al de al lado aún a costa de pasar hambre ellos…creo en la economía del Reino que es la que promete el ciento por uno cuando no se entierra el talento bajo el suelo por miedo al ladrón.
Porque no nos engañemos, lo que no se da se pierde, y hasta la parroquia que acomoda a cientos o miles de feligreses cada domingo, si no los envía y se preocupa de dar lo mejor que tiene a otras comunidades, en el fondo es un talento enterrado por más que brille a ojos de nuestros criterios pastorales mundanizados por el número y las estadísticas.
Hablar de generosidad significa que a la Iglesia uno no va a dar donativos, porque a Dios no se le puede donar lo que es suyo. A Dios se le ofrenda, y la ofrenda primera es la propia vida la cual damos con los labios, pero qué mal se traduce esto en vida cuando no hay ofrenda del propio tiempo, los propios talentos y también por supuestos los propios bienes temporales…
En el fondo damos la calderilla a Dios y nos preguntamos por qué no tenemos fruto…y sólo hay una respuesta. Quien se arriesga gana, quien se entrega en profundidad y con integridad es el único que recoge una cosecha abundante del ciento por uno…
Y no se crean que hablo de dinero, se trata de algo tan básico como que quien pierde su vida la encontrará y quien la encuentra la perderá (Mt 16,25). El dinero es sólo un síntoma de ese afán de control que nos lleva a buscar la seguridad en un lugar distinto de Dios, en el propio esfuerzo o en la propia justicia y santidad. Como el dinero existen otros ídolos, llámese la propia justificación y santidad, el dios diligencia, el dios formación, el dios “mi propio carisma”…y todo lo que no sea ofrendado a Dios al final se lo damos a ellos.
Por eso racanear en sentido espiritual, comunitario y material es la receta perfecta para frustrar todo esfuerzo de evangelizar. Y si vamos a dar a medias, abrir las puertas a medias o con el cerrojo puesto…mejor que no lo hagamos…no vaya a ser que nos pase lo que a Safira y Ananías y se nos muera nuestra comunidad por andar escatimando la ofrenda.