Nunca pensé que llegaría el momento en que don Santiago Martín, consultor del Pontificio Consejo para la Familia y fundador de los Franciscanos de María, tuviese que advertir públicamente que no es un hereje ni un retrógrado por defender la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.
Invito a todos los lectores y seguidores de este portal a que vean y escuchen, si no lo han hecho ya, las inspiradas palabras de este sacerdote probo en el vídeo de Religión en Libertad. No tienen desperdicio.
Permanecer en silencio en este caso es de cobardes, además de una omisión grave. Sumo por eso mi modesta voz, aun a riesgo de ser tildado de hereje o de retrógrado, a la de este valeroso clérigo que discrepa, Evangelio en mano, del cardenal alemán Walter Kasper. El Señor se lo pagará con creces a don Santiago.
Como si quisiese curarse en salud, Kasper ya advirtió antes del Sínodo: “El Papa me ha dicho que debía hacer preguntas para pensar, no dar soluciones”. Y añadió: “La situación ha cambiado mucho en nuestra sociedad occidental y se presentan nuevas situaciones y ahora el Sínodo debe preguntarles”.
¿Y qué ha preguntado el purpurado alemán a los cardenales y obispos? Algo insólito para un gran teólogo, como aseguran que es él: ¿Debe administrarse el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo a los divorciados vueltos a casar sin nulidad matrimonial de por medio? O lo que es lo mismo: ¿Pueden comulgar todos o algunos de los que conviven en pecado mortal con otra persona que no es su marido o esposa ante Dios?
¿A cuento de qué cuestiona Kasper ahora la doctrina de la Santa Madre Iglesia? ¿No dijo acaso Jesús a la mujer adúltera: “Vete y no peques más”? ¿Por qué disfrazar de caridad lo que a todas luces es un sacrilegio?
Jamás hubiese imaginado que un cardenal de la Iglesia Católica fuese capaz de lanzar una carga de profundidad semejante, suscitando de paso una enorme confusión; como tampoco me cabría en la cabeza que preguntase en un sínodo si es lícito para un católico robar, mentir o abortar.
A propósito de abortar, don Santiago Martín advierte, sagaz, de que el mayor genocidio de la historia empezó cuando se recurrió a casos extremos y lacrimógenos para justificar el asesinato de inocentes: violación, riesgo de muerte para la madre, malformaciones del feto… Hasta llegar al gran coladero que sigue siendo hoy el supuesto daño psíquico para la madre. ¿Quién hubiese pensado que el aborto, o sea el crimen, llegaría a convertirse en un derecho más importante incluso que el de la vida?
Es obvio que cuando se abre una rendija, se corre el riesgo de abrir la puerta entera. Recordemos, en este sentido, que el propio Kasper refirió, poco antes del Sínodo, el caso de una divorciada vuelta a casar que se moría de ganas de comulgar el día de la Primera Comunión de su hijo. ¿Cómo iban a negarle a ella la Comunión en su diócesis alemana, apelando a la misericordia?
Como dice el proverbio, “por la caridad entra la peste”. Y de eso quien más sabe es el demonio. Recemos.
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