Todo carisma proviene del Espíritu Santo. Por lo tanto, los movimientos eclesiales constituyen un regalo para la Iglesia; sin embargo, como todo, hay que evitar actitudes personales o grupales que puedan distorsionarlos, al grado de hacerlos parecer un conjunto de sectas. Aunque se pueden agregar más, existen cuatro tentaciones que atender en tiempo y forma:

Encerrarse en sí mismos:

Cuando los discípulos -vencidos por el miedo de correr la misma suerte de Jesús- optaron por encerrarse en el cenáculo, se hizo presente el Espíritu Santo, quien de inmediato los sacó y envió al mundo, a la realidad herida por el pecado que necesitaba -y sigue necesitando- de la vitalidad del evangelio. El misterio de Pentecostés, significa salir y buscar llegar a la meta. Por lo tanto, vivir encerrados en la seguridad estructural del movimiento de que se trate, es un error. Claro que hay que reunirse y, desde ahí, tener espacios de oración, formación y apostolado; sin embargo, esto no significa que haya que construir un gueto. Al contrario, resulta necesario estar en contacto con el resto de la sociedad, buscando opciones constructivas sin perder de vista los valores no negociables.

División:

Jesús siempre pidió que fuéramos uno; sin embargo, ¿qué pasa cuando un movimiento pretende hacerle competencia al resto de los carismas, cortando con el obispo e imponiéndose? Ciertamente, cada fundación eclesial tiene su propia identidad; sin embargo, nunca debe estar enfocada hacia un proselitismo enfermizo. Convocar, tratar de ser más, pero sabiendo conservar la calidad y el respeto por los diferentes caminos aprobados por la Iglesia.

Supremacía:

Sentirse más sabios que el magisterio de la Iglesia, mirando a los demás por encima del hombro, choca con la sencillez propuesta por Cristo. Es sano querer y valorar los apostolados del propio movimiento; sin embargo, esto tiene que darse en un contexto de comunión, evitando la retórica hipócrita que dice una cosa y lleva a cabo otra. No es posible privatizar la fe o, en su caso, pensar que la Iglesia se reduce a un solo grupo o carisma.

Idolatría hacia el fundador:

Cuando se trata de un fundador o de una fundadora que ha vivido de manera coherente, es importante recurrir a sus escritos y, desde ahí, proponerlo(a) como un modelo a seguir; sin embargo, caer en la obediencia ciega, nada más porque es el líder y aún vive es muy peligroso. Todo en su justa medida.

Conclusión:

Los movimientos son una serie de espacios en los que el Espíritu Santo está trabajando intensamente, formando una nueva generación de hombres y mujeres comprometidos en todos los niveles de la sociedad; sin embargo, como él no puede contradecirse, nunca pedirá algo que ponga en riesgo la unidad de la Iglesia.