El laicismo es capaz de achacar al efecto Francisco el incremento de la recaudación de la Iglesia vía IRPF en 2013 para sugerir que la cantidad obtenida sería aún mayor si no mediara como contrapunto el efecto Rouco. Para el laicismo lo que gana por una parte lo pierde por la otra, pero lo cierto es que el Vaticano II no habría sido posible sin Trento, al modo en que el tiki taka no habría sido posible sin la furia española ni el festival de jazz de Vitoria sin Galas del sábado.
La evolución sin ruptura es el itinerario que escoge el hombre civilizado para que el guarda jurado de la Bastilla no tema la llegada de la libertad guiando al pueblo. El efecto Francisco se apuntala en España en un trabajo de campo previo. El católico entiende que Francisco prosigue la obra de Benedicto, como entiende la dificultad de evangelizar en tierra hostil. Por eso en la declaración de la renta premia a Rouco, que no es un cura que bracea en un sitio donde hace pie, sino el servidor de Dios que, contracorriente, a sotavento, mantiene a flote la parte de barca que le toca.