El título podrá parecer extraño a casi todos Vds., pero si lo piensan, la relación es más explícita y evidente de lo que a primera vista puede parecer. Ya les di alguna pista sobre el tema en el artículo que escribí el pasado 21 de diciembre y que titulé “De una razón muy egoísta, pero no por ello menos cierta, para estar contra el aborto” y que si quieren pueden Vds. leer pinchando aquí.
 
            Lo cierto es que el aborto no es sino la cara menos amable y más sangrante de la concepción que impera hoy sobre la paternidad y la maternidad en las opulentas sociedades occidentales y notablemente la europea, las cuales las presentan como una situación a menudo inoportuna, siempre trabajosa, que obstaculiza, cuando no, directamente, impide, la plena realización del ser humano por los muchos sacrificios que impone, sin preguntarse si no es precisamente esa paternidad, esa maternidad, en lo que consiste la correcta interpretación de la plena realización de cada ser humano, e ignorando lo placentero que paternidad y maternidad pueden llegar a ser y las satisfacciones inmensas, casi indescriptibles para quien no las conozca, que puede llegar a proporcionar. Una concepción que, finalmente, está produciendo una sociedad deforme hasta casi lo monstruoso, con una pirámide demográfica absolutamente invertida, chata, totalmente chata en la base, y grosa, terriblemente grosa en la cúspide: una sociedad débil, incapaz ni para su propia autodefensa, en la que de una manera que cabe definir como mágica, nadie trabaja para que todos ganen sus rentas en forma de subvención, en una suerte de paraíso de ese soma que consumían los despreocupados habitantes del “Mundo feliz” de Huxley.
 
            El asalto a la valla es la otra cara de la moneda: la de las sociedades absolutamente vitales, con pirámides demográficas muy sanas y vigorosas, donde los viejos son pocos en términos relativos, a menudo porque se mueren en plazos que cabe considerar anómalamente tempranos a tenor de los recursos con los que hoy cuenta el ser humano para prolongar la vida, pero también y no menos, porque sus índices de reproducción se parecen mucho más a los que la naturaleza aconseja; y los jóvenes, -unos jóvenes que conocen la pobreza y la necesidad pero no carecen de la energía propia de su edad-, son muchos y muy ansiosos de acceder a mejores condiciones vitales que consideran alcanzables en las sociedades decadentes e indefensas que contemplan al otro lado de la valla.
 
            Decía en el artículo cuya lectura les proponía al inicio del presente que tanto desequilibrio no tenía más opción que su recomposición, y con él el de la pirámide social. Y que dicha recomposición podía producirse o bien de manera pacífica mediante un proceso inmigratorio, o bien de una manera violenta, mediante un proceso bélico. El ataque a la valla de Melilla representa una tercera opción, a caballo entre la una y la otra, quien sabe si preludio de la segunda: el asalto masivo y a la fuerza de las fronteras hasta hacerlas tan frágiles como el papel de fumar. Debería hacernos pensar.
 
 
 
            ©L.A.
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