Realmente las posibilidades del Misal romano se desconocen o tal vez la rutina, o la costumbre, hacen que se haga todo de una determinada manera siempre igual... y cuando se emplea otra posibilidad de las rúbricas, se genera desconcierto porque nunca antes lo habían visto; tampoco nadie se lo había explicado.
Y con esto llegamos así al rito de la presentación de los dones en la Misa, el llamado normalmente "ofertorio". Si no hay canto, está la posibilidad, muy aconsejable a mi entender, de que el sacerdote recite en silencio la oración sobre la patena y el cáliz al depositarlas en el altar, sin que sea ni mucho menos obligatorio decir en voz alta "Bendito seas, Señor, Dios del universo..." Es un momento de reposo interior para todos, de silencio que se podría calificar de "oferente".
Como muy pocas veces se ve realizar este sencillo rito en silencio, algunos fieles se sorprenden cuando lo ven hacer así, e incluso dicen que al no escuchar las oraciones pronunciadas por el sacerdote "participan menos", como si acaso participar fuera estar interviniendo o respondiendo a cada momento. Es también modo de participar unirse en el silencio a la acción litúrgica, y es también participar que el silencio se convierta en oración personal, en breve meditación, en súplica interior. Todo sabiamente combinado, como sabe hacer la liturgia: no todo es silencio, como tampoco todo es cantar, ni todo es intervenir, ni todo es responder... sino que la participación es la armónica distribución de todos esos momentos y acciones.
"Cristo, pues, tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las palabras y a las acciones de Cristo, a saber:
"73. En primer lugar se prepara el altar, o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la credencia. En seguida se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que sean presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.
También pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística.
74. Acompaña a esta procesión en la que se llevan los dones, el canto del ofertorio (cfr. n.37 b), que se prolonga por lo menos hasta cuando los dones hayan sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de cantarlo son las mismas que para canto de entrada (cfr. n. 48). El canto se puede asociar siempre al rito para el ofertorio, aún sin la procesión con los dones.
75. El sacerdote coloca sobre el altar el pan y el vino acompañándolos con las fórmulas establecidas..."
I.
Y con esto llegamos así al rito de la presentación de los dones en la Misa, el llamado normalmente "ofertorio". Si no hay canto, está la posibilidad, muy aconsejable a mi entender, de que el sacerdote recite en silencio la oración sobre la patena y el cáliz al depositarlas en el altar, sin que sea ni mucho menos obligatorio decir en voz alta "Bendito seas, Señor, Dios del universo..." Es un momento de reposo interior para todos, de silencio que se podría calificar de "oferente".
Como muy pocas veces se ve realizar este sencillo rito en silencio, algunos fieles se sorprenden cuando lo ven hacer así, e incluso dicen que al no escuchar las oraciones pronunciadas por el sacerdote "participan menos", como si acaso participar fuera estar interviniendo o respondiendo a cada momento. Es también modo de participar unirse en el silencio a la acción litúrgica, y es también participar que el silencio se convierta en oración personal, en breve meditación, en súplica interior. Todo sabiamente combinado, como sabe hacer la liturgia: no todo es silencio, como tampoco todo es cantar, ni todo es intervenir, ni todo es responder... sino que la participación es la armónica distribución de todos esos momentos y acciones.
* La preparación de las ofrendas en el altar es un rito sencillo que corresponde a aquel momento en que Jesús "tomó pan", para prepararlo todo a la gran plegaria eucarística, la gran oración que realmente es "Ofertorio" de Cristo -y su Iglesia- al Padre, plegaria de acción de gracias y consagración. Pero los momentos previos no han de ser especialmente sobrecargados.
* La Plegaria eucarística correspondería al momento en que Jesús "dio gracias"...
* Y cuando Jesús "lo partió", la Iglesia fracciona el Pan consagrado con el canto del Cordero de Dios;
* finalmente cuando Jesús "lo dio a sus discípulos", la Iglesia distribuye santamente la comunión. Esto mismo enseña el Misal:
"Cristo, pues, tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las palabras y a las acciones de Cristo, a saber:
1) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.
2) En la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo" (IGMR 72).
Continuemos, como siempre hay que hacer para evitar opiniones de unos u otros, con la Introducción General del Misal Romano y hallaremos la explicación de estos ritos de la preparación de las ofrendas.
"73. En primer lugar se prepara el altar, o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la credencia. En seguida se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que sean presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.
También pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística.
74. Acompaña a esta procesión en la que se llevan los dones, el canto del ofertorio (cfr. n.37 b), que se prolonga por lo menos hasta cuando los dones hayan sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de cantarlo son las mismas que para canto de entrada (cfr. n. 48). El canto se puede asociar siempre al rito para el ofertorio, aún sin la procesión con los dones.
75. El sacerdote coloca sobre el altar el pan y el vino acompañándolos con las fórmulas establecidas..."