Por eso me ha producido una gran alegría la homilía que escuché ayer domingo en la misa de 12 de la iglesia de santa Inés, en Barcelona. Concisa, bien construida, clara, yendo a lo esencial y ayudándote a comprenderlo y vivirlo mejor, vibrante y fácil de seguir. Una muestra: el sacerdote nos recordó que Jesús no era un revolucionario, sino que vino para llevar la Ley a su plenitud, esto es, no vino para que no cumpliéramos la ley, sino para que la pudiéramos cumplir plenamente, incluso en su interioridad, algo que sólo podemos alcanzar por su gracia, pues para nosotros solos, como para los judíos de su tiempo, es completamente imposible, pero que la gracia de Dios hace no sólo posible, sino una nueva realidad.
Por cierto, esta misa coincide con la de otro de los mejores predicadores que he escuchado en Barcelona, el de la misa también de 12 del Santuario de Santa Gema. Difícil elección entre dos ejemplos que me reconcilian con la homilética actual. Sí se puede hacer homilías que hagan bien a quienes las oyen. Esperemos que cunda el ejemplo.