La Historia, con mayúscula, es más esquiva que la novela, más difícil de leer, tiene menor impacto popular, menor presencia en la opinión pública, pero tiene una ventaja que supera a todos sus inconvenientes: es verdadera. La novela o el teatro mezclan habitualmente historia real y ficción del autor, incluso cuando pretenden calificarse de históricos. El mayor o menor rigor a lo que realmente ocurrió no siempre es garantía de éxito: parece que a veces halaga más escuchar lo que quiere escucharse, que atenerse a los hechos históricos.
Esto es sin duda lo que ocurrió con la pieza teatral que dio lugar a la imagen colaboracionista de Pio XII con el regimen nazi. Una simple obra teatral estrenada en los años sesenta en Alemania, unida posteriormente a una película de mayor impacto internacional, han sido suficientes para echar encima del Papa Pacelli toda una leyenda negra, que poco tiene que ver con la realidad.
En último libro del historiador español, José Manuel García Pelegrín, que publica la editorial Digital Reasons, se pone en evidencia los enormes esfuerzos personales de Pio XII por salvar la vida a miles de judios que vivían en Roma. La neutralidad del Vaticano (que solo pudo conseguirse con un prudente silencio), permitió que casi 8000 judíos romanos escaparan de los campos de exterminio nazis. El silencio solo fue parcial, puesto que ya en su época de nuncio en Alemania, el entonces cardenal Pacelli había visto con enorme preocupación el ascenso del nazismo al poder y había alertado a Pio XI sobre sus posibles consecuencias nefastas. De su pluma es la mayor parte de la enciclica Mit brennender Sorge (Con viva preocupación), publicada en 1937 por el todavía Papa Pio XI para denunciar los errores del nazismo. Allí se lee, por ejemplo: "Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida conforme a esta". Estas palabras se escribian cuatro años despues de la firma del polémico concordato de la Iglesia con el gobierno alemán, en un momento en el que no se tenía una evidencia tan clara del sustrato ideológico del nazismo (recuerdese que todas las democracias occidentales connivieron con el regimen nazi hasta el inicio de la Guerra mundial en 1939).
El libro de García Pelegrín incluye numerosa documentación de la resistencia cristiana, y particularmente de la Iglesia católica ante la barbarie nazi, que puede calificarse, con toda propiedad y como el propio autor recomienda, como un movimiento neopagano. Incluye numerosas citas sobre las relaciones entre el catolicismo y los movimientos de resistencia ideológica al nazismo, particularmente la conocida Rosa Blanca, en la que militaban destacados intelectuales católicos. Particularmente interesante son las homilias del obispo de Munster, que denunció las tropelías de las leyes nazistas sobre la eutanasia. También resulta de gran interés la historia de Franz Jägerstätter, quien decidió objetar al reclutamiento militar porque suponía apoyar al nacismo. Este campesino católico, que fue beatificado en 2007 por Benedicto XVI escribió en su diario, poco antes de ser arrestado y morir ejecutado en 1943. «Hoy en día se oye muchas veces decir que no se puede hacer nada ya, que si alguien dice algo, le castigan con la cárcel y la pena de muerte. Por supuesto que así no se puede cambiar el rumbo de la historia; pero a nuestros misioneros no les fue mejor muchas veces. En muchas ocasiones no obtuvieron otros resultados que la prisión y la muerte. Por supuesto que me doy cuenta de que hoy en día no sirven de nada muchas palabras. Se dice que las palabras instruyen, pero los ejemplos arrastran. Y aunque uno callara como un muro, podría hacer mucho bien; pues así se puede ver a cristianos que, aun hoy, en plena oscuridad, son capaces de alzarse con toda claridad, serenidad y seguridad, que en medio de tanta falta de paz y de alegría, con tanto egoísmo y odio se levantan con la más pura paz, alegría y ánimo de servicio. Que no son como una caña agitada por el viento"