La verdad es que son muchas las matanzas a las que pobres santos que no tuvieron nada que ver con ellas terminan dando nombre: ahí tienen Vds. la famosa matanza de la noche de San Bartolomé, en Francia, a la que un día nos referiremos. También la matanza de San Gregorio en Chile… por no hablar de la matanza de San Martín, bien que ésta no se refiera a una matanza de seres humanos sino de cerdos, como es sobradamente conocido.
En este singular ranking, al bueno de San Valentín que todos tendemos a identificar con los enamorados (pinche Vd. aquí si desea conocer por qué) le cabe el dudoso honor de ser el santo que a más matanzas da nombre, siendo aquéllas que lo rememoran al menos dos (si no tres, como veremos)… y eso si no existe alguna más que se me escape.
La primera de las llamadas “Matanzas de San Valentín” tuvo lugar un aciago 14 de febrero, día de San Valentín, pero del año 1349. La llegada de la peste negra se convierte en la espita que hace estallar la envidia que genera su prosperidad, y en toda Europa se incrementa peligrosamente el odio hacia los judíos a los que se convierte una vez más en chivos expiatorios y culpables larvados de la epidemia. A las hogueras de Basilea y Friburgo, ya en pleno año 1349, continúa la peor de todas, la de Estrasburgo, en la que dos mil judíos arden vivos en la que se conoce como Masacre de Estrasburgo o Matanza de San Valentín, aunque según parece se prolongó más allá del 14 de febrero hasta por seis enteros días.
Lo que nos recuerda, entre otras cosas, que la expulsión de España no era la primera de las expulsiones que los judíos sufrían en tierras europeas y aún no europeas, como tampoco será la última, y por no ser, ni siquiera fue con toda probabilidad, la más sangrienta, siendo así que en una sola noche, la matanza de Estrasburgo se cobró más víctimas que las que probablemente se cobró entre los hijos de pueblo escogido por Dios en toda su historia la Inquisición española.
La segunda tiene lugar 580 años más tarde, el 14 de febrero de 1929 y en los Estados Unidos, concretamente en Chicago. Corren los tiempos de le celebérrima Ley Seca y Al Capone da órdenes a sus sicarios de realizar un ataque sin precedentes contra los miembros de la banda enemiga de George Moran, culminándose con una masacre que se cobra la vida de nada menos que siete gangsters. La situación de impunidad en Chicago era tan grande, que el atentado no se vio seguido de procesamiento alguno, y eso que está bastante claro el protagonismo en la matanza de Al Capone y más concretamente de su sicario Jack “Machine Gun” (=metralleta) McGurn. De hecho, el ataque buscaba al jefe de la banda, Bugs Moran, que se salvó por llegar tarde a la cita que debía reunirle con sus pistoleros.
A estas dos aún podríamos añadir una batalla a la que también da nombre un santo, en este caso San Vicente, precedente de la de Trafalgar y de infausto recuerdo para nuestra armada, pues en ella perdió frente a Inglaterra 4 barcos y 250 hombres, así llamada por haberse producido en Cabo San Vicente, en Portugal, aunque bien podría haberse llamado también de San Valentín por haber ocurrido también un día del santo patrón de los enamorados, concretamente el del año 1797.
©L.A.
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