En todas las grandes religiones existe una palabra para definir y describir a todos cuantos no practican la religión en cuestión. Los judíos los llaman “gentiles”, los musulmanes “infieles”, y los cristianos los llaman paganos. Y bien ¿por qué paganos y no de otra manera?
Pagano no es otra cosa que “habitante del pago”, o si se quiere “de la aldea”, aldeano en consecuencia. Así lo reconoce el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que dice sobre su origen:
“Del latín pagānus, aldeano, de pagus, aldea, pago”.
Una palabra, “pago”, que no se utiliza ya en España, pero que es de uso cotidiano en determinados países hispanoamericanos, entre los cuales notablemente Argentina o Bolivia.
Sin embargo termina adquiriendo un significado diferente, que es el que recoge como significado el propio Diccionario, a saber:
“1. adj. Se dice de los idólatras y politeístas, especialmente de los antiguos griegos y romanos.
“2. adj. Se dice de todo infiel no bautizado.”
Obsérvese que según la primera acepción, para ser pagano hay que ser politeísta, lo que excluiría de dicha condición a judíos y a musulmanes; mientras que en la segunda es pagano todo aquél que no es cristiano, lo que aquí sí, incluiría a judíos y musulmanes también.
Llegados a este punto la pregunta es: ¿cómo es que “el habitante del pago” termina perdiendo su significado original para adquirir un significado tan diferente que describe al que no está bautizado, esto es, no es cristiano? Pues bien, por una sencilla y única razón: la resistencia que halló el cristianismo para calar entre los habitantes del pago, en el campo y en las pequeñas aldeas, a diferencia de lo acontecido en las grandes ciudades, que es donde impregnó con mayor facilidad.
Su uso puede iniciarse hacia el s. IV, probablemente no antes. De hecho Pablo es llamado el “Apóstol de los Gentiles”, utilizando la palabra judía que describe al que no profesa la religión elegida, y no “Apóstol de los Paganos”
©L.A.
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