La presencia de la llama de amor viva explica lo calentito que se está en la Iglesia, lo que explica a su vez que haya tanta gente que se acoja a sagrado en invierno. El último en hacerlo ha sido el centenar y medio de trabajadores de la Junta de Andalucía que se ha encerrado en la Catedral de Sevilla para protestar contra una medida de su gobierno que repercute bien en su monedero bien en su vida laboral. Como quiera que el templo no es un espacio público, reconforta observar el modo en que se utiliza como tal: nadie quedaría en el parque si el parque no diera buena sombra.
La hospitalidad eclesial es la consecuencia de la aplicación al pie de la letra de la parábola del buen Samaritano, que invita al clero a no dar rodeos cuando se requiere su ayuda ni a poner mala cara cuando alguien entra en sus lindes de improviso, sea un hombre en apuros, sea un comité empresa. Eso lo sabe bien el proletariado. La clase obrera es consciente de que la casa común no es la del pueblo, sino la de Dios.