“Tus manos me hicieron y me formaron” (Sal 118, 73). Así afirma la Revelación cristiana: los hombres hemos salido de las manos de Dios, creados a su imagen. Pero, ¿Dios tiene manos? Los antiguos sabios se reían de los cristianos, pues creían que ellos pensaban en un Dios como si fuese un ser material, con manos, pies, ojos… Y el gran San Ireneo de Lión, responde a sus burlas: “«Y Dios plasmó al hombre, tomando el barro de la tierra, e infundió en su cara el soplo de vida» (Gn 2,7). Por tanto, no fueron los ángeles quienes nos hicieron o plasmaron, pues los ángeles no podían reproducir la imagen de Dios; ni otro alguno, fuera del Verbo del Señor, ni algún Poder que no fuese el mismo Padre universal. Porque Dios no tenía necesidad de ningún otro, para hacer todo lo que El había decidido que fuese hecho, como si El mismo no tuviese sus manos. Pues siempre le están presentes el Verbo y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por medio de los cuales y en los cuales libre y espontáneamente hace todas las cosas, a los cuales habla diciendo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza»”[1]. ¡Por supuesto que Dios Padre tiene sus dos Manos! Son el Hijo y el Espíritu Santo, con los cuales él nos ha creado a su imagen. Como decían los padres de la Iglesia, el Padre todo lo ha hecho por el Hijo en el Espíritu Santo; también la creación.