El pasado mes de mayo de 2012 el Padre Frank Pavone, director de Sacerdotes por la Vida (Priests for Life), fue suspendido de sus funciones, su obispo le prohibió hacer declaraciones o trasladarse fuera de su diócesis (Amarillo, Texas) y se inició una investigación sobre Sacerdotes por la Vida. Los datos que se filtraron sobre malas conductas financieras y otras acusaciones aún peores, junto con la dureza y celeridad con las que actuó su obispo no parecían presagiar nada bueno. Evidentemente, la prensa, mayoritariamente favorable al aborto y siempre dispuesta a atacar a quienes defienden la vida humana, se cebó en el Padre Pavone. Por desgracia, muchos católicos "progresistas" se sumaron a este escarnio público.
Pues bien, ahora me entero, a través de un blog, de que la Congregación del Clero ha anulado la suspensión que pesaba sobre el Padre Pavone y ha rechazado todas las acusaciones sobre él y sobre los Sacerdotes por la Vida, que tras las investigaciones se han demostrado completamente infundadas y calumniosas. Es decir, tanto el Padre Pavone como Sacerdotes por la Vida son completamente inocentes.
El daño, no obstante, está hecho. Meses de descrédito, de suspensión de rumores malintencionados, no se borran de un plumazo. Además, contrasta la celeridad del obispo y la publicidad que la propia diócesis dio al caso, publicando abundante información sobre el mismo y las medidas que se estaban tomando, con la escasa cobertura que se le ha dado a la absolución. En el momento de la caída en desgracia del Padre Pavone internet ardía de comentarios al respecto, ahora que ha sido declarado inocente he encontrado una sola referencia en un blog no especialmente notorio.
Creo que todo esto nos ha de llevar a reflexionar y, probablemente, a pedir cambios en el modo de proceder en la aplicación del derecho canónico. ¿Qué tipo de información se puede y debe dar en estos casos? ¿Qué medidas son proporcionadas a la gravedad del caso? ¿Cómo protegemos la presunción de inocencia y el buen nombre del acusado (en este caso calumniado)? ¿Qué medidas se van a tomar contra los instigadores del asunto? ¿Qué acciones deberían tomarse, empezando por el obispo, para restablecer el honor y el buen nombre de los injustamente acusados? Por seguir con este caso, se me ocurre que el obispo podría, por ejemplo, aparecer junto al Padre Pavone en el acto de mayor trascendencia pública en el que participe y, delante de todas las cámaras, abrazarlo y proclamar que todas las acusaciones contra él y contra los Sacerdotes por la Vida eran viles calumnias, que tienen todo su apoyo, que los católicos debemos apoyarles en su valioso trabajo y que la propia diócesis va a destinar una parte significativa de su presupuesto a apoyar su benemérita labor. ¿Sueño? Quizás, pero me parece lo mínimo.
Tomemos nota ante otros casos análogos, como, sin ir más lejos, el de los Franciscanos de la Inmaculada, sobre los que se están haciendo tantas afirmaciones que, como mínimo, podemos calificar de poco caritativas y, empezando por nosotros mismos, seamos prudentes ante este tipo de situaciones y no demos lugar a críticas y cotilleos que tanto daño hacen.