Si hace algún tiempo escribí sobre este tema, hoy vuelvo a insistir ya que se habla mucho sobre la vida pública y la vida privada, como separándolas y diciendo que nadie tiene derecho a inmiscuirse en la vida privada de nadie; por lo que algunos pretenden compaginar el tener un cargo importante en la administración, con una vida privada inmoral. Claro, una cosa es saber pintar o cantar o darle a un balón, y otra muy distinta es la moralidad personal; ambas cosas son independientes y uno las puede compaginar, siendo un gran futbolista y no ser honrado.
No es el mismo caso cuando hablamos de cualidades morales, por ejemplo, de la honradez, porque esa cualidad se refleja en toda la vida, tanto pública como privada. En el caso de la honradez no se pueden separar, ya que es una cualidad inherente a la persona y que se manifiesta siempre en su línea de conducta. De lo contrario, ¿qué varita mágica transforma a una persona corrupta en honrada por el hecho de que se la hayan confiado responsabilidades públicas? ¿Podría alguien decirme por qué uno que sea ladrón en su vida privada, deja de serlo cuando se le confía la administración de grandes bienes en la vida pública? ¿Quién de nosotros le confiaría sus bienes? La honradez, cuando la hay, se da en la vida privada y en la vida pública. Y cuando no la hay en una, tampoco la hay en la otra; como cuando uno es feo o hermoso, lo es en una y en otra. La honradez es una manera de ser. Y esto vale para todos, estén en el gobierno, en la oposición, o al margen de la política. Aunque haya muchos que no quieran oírlo, es así.
Es frecuente que en los casos de corrupción que se van conociendo, vayan apareciendo nuevos amigos que se van beneficiando de su amistad, amigos a quienes se les van concediendo “premios por ser familiares y amigos” y tampoco es raro que aparezca la "amante" al lado del corrupto ¡qué casualidad!
Ojo, que no quiero decir que “los políticos” sean corruptos, como, caso de hablar de la Iglesia, tampoco digo que “los curas y obispos” no sean dignos. En un caso y en otro, los hay de gran categoría y ante ellos hay que descubrirse, aunque también los hay que mejor estarían en otra parte
Quiero dejar sentado que la corrupción ni es patrimonio de quienes nos gobiernan, ni la honradez lo es de la oposición, ni lo es de los políticos ni de los apolíticos. Lo que sí hemos de exigir quienes formamos la sociedad, es que, por ejemplaridad, quienes ostenten cargos públicos, deben ser los primeros en ser honrados puesto que han sido elegidos no para enriquecerse, sino para servir al pueblo siendo justos, y esto supone ser los primeros en cumplir la ley, puesto que tienen como misión hacerla cumplir.
La estabilidad social y política no se logra encubriendo fraudes e irregularidades, sino más bien, con honradez en la gestión de la cosa pública, con claridad en los programas y transparencia en la gestión, sin miedos de que aparezcan las lacras. Y la sociedad tiene derecho a saber en qué se emplea su dinero; y para ello, debe haber la mayor transparencia con lo que se podrá saber si hay algún caso de corrupción y hacer justicia. Es la única manera de que la sociedad se fíe de los políticos; y cuanto más elevado sea el cargo, más transparencia debe haber.
Ante una sociedad enferma no podemos ocultar sus enfermedades estén donde estén, sobre todo si los miembros enfermos son de los más importantes. Las enfermedades hay que curarlas, no esconderlas. No vale decir que estamos muy sanos si los síntomas son de enfermedad grave. El tumor social que puede haber, lo mismo perjudica al cuerpo si está en la derecha que en la izquierda. Hay que extirparlo esté donde esté; y para extirparlo hay que descubrirlo. Y, a mi parecer y al de muchos, España está muy enferma. Es una vergüenza que la Administración, a pesar de contar con los mejores medios para descubrir los fraudes, si no hay transparencia y justicia, se está dando la impresión de querer "tapar" muchos casos.
La regeneración social es tarea de todos. Y los cristianos tenemos el deber de promocionar los grandes valores morales que han configurado nuestro patrimonio cultural y religioso: vida, respeto, libertad, conciencia, justicia…
Ya he insistido varias veces en el respeto que se debe a las creencias y a las convicciones religiosas de los ciudadanos, sin lo cual no puede hablarse de una sociedad de progreso y, menos, cuando se hace mofa públicamente de valores religiosos fundamentales, con el silencio y la anuencia de algunas autoridades.
Los políticos deben ser conscientes de que no les han elegido para que ganen más, sino para servir. Y si lo que quieren es servir, no me explico el gran interés que tienen muchos en ocupar puestos importantes, aunque en muchos casos ni siquiera tengan la preparación debida. Y no es cuestión sólo de los políticos. En todas las profesiones hay “trepas” como decía hace poco el Papa; también en la Iglesia. Pero en el caso de la responsabilidad en el campo social, son los políticos los primeros responsables, estén en el gobierno o en la oposición. Están en función del bien común. El Gobierno debe ser el abanderado en la lucha contra la corrupción; ni la oposición ni los periodistas. El Gobierno no puede convertirse en un acusado público ni en un encubridor de delincuentes.
En cuanto a los ciudadanos de a pie, creo que debiéramos dejarnos de derechas e izquierdas para apoyar a quienes ofrezcan una mayor garantía de promocionar los valores morales, de los que apenas hablan los políticos, pero que son cruciales para el progreso de nuestra sociedad.
José Gea