Nos dice el Papa: “El mundo sufre numerosas formas de exclusión, marginación y pobreza; así como de conflictos en los que se mezclan causas económicas, políticas, ideológicas y también, desgraciadamente, religiosas”. Hay muchas pobrezas y las que causas injusticias no son únicamente económicas, sino las de tipo ideológico, educación o afectivas. Pobrezas que hacen sufrir y que merecen que sean atendidas con caridad y comprensión.
La comunicación nos hace conscientes de todo lo que nos une y también de las diferencias que existen entre nosotros. Esta consciencia es al mismo tiempo una oportunidad y un riesgo que hay que saber vivir y discernir. Esta consciencia es una oportunidad, si nos hace trabajar sobre lo que nos une e intentar reducir lo que nos separa. También es una oportunidad para señalar las diferencias que provienen de injusticias, de forma que los más desfavorecidos tengan las oportunidades que todo ser humano merece. Pero también es un riesgo si a la vista de lo que nos diferencia, trabajamos para imponer la igualdad por decreto.
“La cultura del encuentro requiere que estemos dispuestos no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. Los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inauditos. En particular, Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios. ”
Las redes nos permiten acércanos a los demás de una forma novedosa, ya que no es necesaria la presencia física ni estar al mismo tiempo presentes. Lo que en un principio puede verse como una deficiencia, en realidad no tiene razón de serlo. En concreto, muchas personas se abren a los demás porque se sienten más seguras comunicándose por Internet. Estas personas aprenden a convivir, compartir y a partir de ese momento, les resulta más sencillo acercarse físicamente a los demás. Ni todo es aislamiento en la red ni tampoco es un lugar idílico.
Personalmente, no me gusta hablar de solidaridad y de tolerancia. Prefiero hablar de caridad y respeto, pero comprendo que muchas personas no son capaces de comprender las diferencias entre ellas e incluso, muestran fuertes prejuicios cuando se habla de caridad y respeto. Es triste que tengamos que utilizar estas palabras para ser entendidos, cuando sólo dicen la mitad de lo que deseamos comunicar. Perdemos el 50% más importante, ya que es lo que nos trasciende como personas y nos conecta de verdad entre nosotros y con el Señor.
Internet es un medio instantáneo, que nos permite estar atentos a lo que pasa por el mundo, pero a veces la velocidad nos trapa y nos esclaviza. “Esto requiere tiempo y capacidad de guardar silencio para escuchar. Necesitamos ser pacientes si queremos entender a quien es distinto de nosotros: la persona se expresa con plenitud no cuando se ve simplemente tolerada, sino cuando percibe que es verdaderamente acogida.” Al hermano hay que dedicarle el tiempo necesario. Hay que aprender dejar en segundo término lo urgente para centrarnos en lo importante. Tener paciencia y sobre todo, dejar de medir la evangelización con las medidas del marketing. Tendríamos que centrar la evangelización en lo importante: la persona que tenemos delante. No se evangeliza haciendo trending topics ni generando hashtags multitudinarios. Se evangeliza de tú a tú, con paciencia, respeto y caridad. En los primeros tiempos, lo que llamaba la atención de los cristianos, era la forma en que se trataban unos a otros. Hoy en día queremos llamar la atención por medios mucho más superficiales.
“No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura. Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación”.
Es necesario amar (caridad) y aceptar la dignidad de quien está junto a nosotros (respeto). En este mundo rápido y deshumanizado, el encuentro sólo acontece como un hecho fortuito. La cercanía compromete y no queremos sentirnos “atados”. Pensamos que la libertad sólo se consigue a través de la ignorancia y esto es un error descomunal. La libertad conlleva conocimiento y compromiso, de otra forma, se convierte en esclavitud encubierta.
“Estamos llamados a dar testimonio de una Iglesia que sea la casa de todos. ¿Somos capaces de comunicar este rostro de la Iglesia? La comunicación contribuye a dar forma a la vocación misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del encuentro con Cristo. También en el contexto de la comunicación sirve una Iglesia que logre llevar calor y encender los corazones.”
¿Qué entendemos por “casa de todos”? Aquí entramos en una polémica muy actual, relacionada con la forma de entender “pro multis”. “Todos” son todos los llamados, pero entre todos los llamados, sólo unos pocos son los elegidos. Elegidos no por capricho de Dios, sino porque han abierto su corazón a Él. Recordemos la parábola del banquete de bodas o la de las vírgenes necias, no todos los llamados desean entrar y conformar la Iglesia. La Iglesia llama a todos, pero integra a quienes aceptan a Cristo. ¿Es esto lo que comunicamos cuando evangelizamos? El rostro de la Iglesia es abierto y está dispuesta a recoger a todo aquel que sufre y necesita de consuelo, pero no ocultamos que para ser parte del “Cuerpo Místico de Cristo” debemos estar unidos a Él y entre nosotros.
“Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas” En este párrafo también hay algunas ideas que es necesario aclarar. Para dialogar es necesario escuchar y comprender. La evangelización no es un monólogo mediático, sino un diálogo humano, que parte del valor de aquello que nos comunican. Dialogar, no implica renunciar a nuestras ideas y formas de entender el mundo, la religión o a Dios mismo. Lo que frecuentemente nos impide evangelizar es la tendencia a ofrecer un paquete cerrado que se acepta o no. No dejamos que la otra persona nos explique sus problemas, aspiraciones y sufrimientos, ni somos capaces de compadecer a quien sufre sin saber realmente la razón. Evangelizar es escuchar e ir mostrando el camino que nos lleva a la Verdad. Verdad que no es ni relativa ni opinable, ya que es Cristo mismo.
Espero haber ayudado a comprender, un poco mejor, el mensaje del Papa Francisco.