«Desde ahora te convierto en plaza fuerte,
en columna de hierro y muralla de bronce,
frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra.
Lucharán contra ti, pero no te podrán,
porque yo estoy contigo para librarte
—oráculo del Señor—».
Queridos hermanos:
Estamos en el IV domingo del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del Profeta Jeremías y nos habla de la misión profética de la Iglesia. Dice que en aquel tiempo el Señor se dirigió a Jeremías, diciendo: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de los gentiles”. Dios nos invita a nosotros, la Iglesia, a anunciar el Evangelio a los alejados, a los gentiles. Dios ha hecho una elección con cada uno de nosotros, desde nuestra realidad de pecadores Él nos ha llamado; y dice: “ponte en pie para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo. Yo te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, mucha gente vendrá contra ti, pero no podrán, porque yo estoy contigo”. Hermanos, Dios está con nosotros, y si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? La misión de la Iglesia es mucho más grande que nuestras limitaciones, debilidades, tentaciones y pecados. Estamos llamados a anunciar a los hombres la verdad que nos ha salvado: que Cristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado. Por eso respondemos con el Salmo 70: “Mi boca contará tu salvación, Señor”.
La segunda palabra es del apóstol san Pablo a los Corintios quien nos llama, antes que nada, a la caridad. ¿Qué es el amor? el amor es Dios, ¿quién es Dios? El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca. El amor es Dios.
La tercera palabra es del Evangelio de San Lucas donde presenta a Jesús diciendo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. Y todos sorprendidos decían: “¿No es este el hijo de José?”. La gente, hermanos, podría decirnos: ¿quién es este para que me diga a mí la verdad? Ningún profeta es bien mirado en su tierra; y nos pone dos hechos en el tiempo de Elías: La escena de la viuda de Sarepta y la curación de Naamán el Sirio. Dios, hermanos, ha venido por ti y por mí, los alejados: y Él hoy nos invita a anunciar esta Buena Noticia a todo hombre. ¿De dónde procede? ¿Cuál es la raíz de nuestro sufrimiento? No está en curar el Covid porque con su cura no quitamos el mal del mundo, hay que ir mucho más allá ¿Cuál es la raíz de nuestro sufrimiento? ¿qué es la ausencia de Dios? ¿dónde está la vida? La Vida, hermanos, está en Dios, y Dios se ha hecho carne, se llama Jesús de Nazaret, quien se ha hecho pecado por nosotros para salvarnos de nuestra muerte, de nuestras angustias y experimentar la Vida Eterna. El sufrimiento del hombre tiene sentido solamente si es redimido por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Pidámosle, hermanos, la fe al Señor ¿qué nos da la fe? La Vida Eterna, ¿qué nos da la Vida Eterna? el Espíritu Santo. Por eso ánimo hermanos, Dios nos da una misión importantísima en medio de nuestras dudas y sufrimientos por el covid, Dios nos ama y tiene un diseño de amor para cada uno de nosotros en nuestra vida. Sigamos el diseño que Dios ha pensado sobre nosotros. Que el Señor los bendiga y os de la gracia de poder creer en la Palabra de Jesús de Nazaret, que nos da el amor comprensivo, no juzga a nadie, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad y perdona sin límite, porque el amor no pasa nunca. El amor es Dios. Que este amor esté en medio de ustedes.
+ Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao