Concha Caballero escribe en El País que el debate político del PP respecto al aborto huele a sacristía. Si quiere que su apreciación sea un insulto tendrá que aclarar a qué huelen las sacristías, porque lo que son las misas huelen a pueblo de Dios recién duchado, de lo que deducen algunos que el gel es de derechas en vez de deducir que la higiene es un signo de educación, como comer sin hacer ruido o ceder el asiento a las embarazadas. Claro que para esta gente las embarazadas también son de derechas.
La ex dirigente de IU considera probablemente que la sacristía es el alcanfor ideológico que mantiene a salvo de polillas progresistas el cuello almidonado de la camisa de Rajoy. Caballero debe de creer que el consejo de ministros tiene un teléfono directo de prepago en línea permanente con la Conferencia Episcopal para no dar un paso en falso en materia de paridad ("¿Usted qué opina, monseñor?”).  De lo que deduce que la jerarquía católica integrista dicta las normas que después convierte el  Gobierno en decretos ley contrarios a la española cuando besa. Huelga decir que a Caballero le conviene que así sea, aunque así no sea.