¡Como agradezco a PPC, el honor de comentar diariamente el Evangelio en su publicación mensual "Orar y celebrar", un pequeño librito de bolsillo, con las lecturas bíblicas de cada día en la Eucaristía! Es una gozada. Y, sobre todo, un hermoso privilegio: leer despacio el texto, meditarlo, exponer después con sencillez y encanto lo que nos dice el Señor, aplicándolo al mundo de hoy. El secreto está en saber leer el Evangelio. "¿Cómo leer el Evangelio?, se preguntaba hace ya años en uno de sus libros, el sacerdote y escritor José María Cabodevilla. Y contestaba así:
Primero, con pasión enamorada. Sólo es santa la curiosidad si procede del corazón.
Segundo, metiendo esos textos en el corazón, asimilándolos cada vez más, hasta transformar el pecho en una "biblioteca de Cristo", en frase hermosa de san Jerónimo.
Tercero, con fe sencilla y humilde. La fe nos permite contemplar al Señor. Y la fe, aunque se apoye en los documentos, no nace de ellos, "no procede de la carne ni de la sangre", sino de la gracia que a todo hombre le es concedida y que el hombre puede aceptar o rechazar. Únicamente la fe es lo que permite adquirir un verdadero conocimiento de Jesús. A quienes tienen fe, le es otorgado "el conocer" (Mt 13, 11); cuando su fe es débil, no entienden (Mt 16, 811).
Cuarto, con sentido de misterio, sabiendo que nuestras pupilas se adentran en tierra sagrada. Así hemos de leer el Evangelio. Es privilegio de la fe la penetración del misterio. De la fe, del amor, de la rectitud de vida.
Quinto, leamos el Evangelio con Cristo al lado. Es Cristo mismo quien va explicando el atinado sentido al alma que llega devotamente a las Escrituras, lo mismo que hizo aquella tarde con los discípulos de Emaús.
Gracias, de corazón a todos los lectores del comentario al Evangelio, porque el Señor pondrá lo que falta a nuestro trabajo.
ANTONIO GIL