Para reducir el número de muertes de fetos en edad de merecer el ministro de justicia, Alberto Ruiz Gallardón, ha impulsado un proyecto de ley que da más importancia a la vida del cigoto que a la opinión de la progresía. Más que nada porque la progresía, al entender que el embarazo es un apartado de la sexualidad, considera que la mujer tiene el mismo derecho a abortar que a fingir un orgasmo.
Gallardón intenta con esta ley enrejar el segundo supuesto, el coladero sicosomático, sabedor de que España no hay dama embarazada a su pesar que no diga ser Juana la loca para escurrir el bulto, pero la progresía le llama machista. Y no sólo la española. El último en descalificarlo ha sido el líder de los socialdemócratas europeos, Hannes Swoboda, quien considera que la nueva norma se inmiscuye en el ámbito sexual, que a su juicio, es algo muy íntimo, en lo que se nota que no frecuenta las orgías. Es una pena que Swoboda desconozca la diferencia entre la caricia en la nuca y la cartilla de vacunación.