Enero es el mes de las rebajas. La actualidad eclesial nos da muchas oportunidades de reflexionar sobre las razones que producen las mareas que afectan a nuestra Nave Eclesial. No podemos negar que las modas y tendencias nos afectan de forma similar a cómo actúan sobre la sociedad. Pero estas modas no buscan que cambiemos de color en nuestras camisas o que los zapatos tengan unas u otras formar. Las modas buscan vender nuevas y atractivas formas de ser católico. ¿Nos animamos a comprar? ¿Qué oferta tenemos hoy? ¿Alguna promoción o rebaja nueva? 

Lo triste es que algunos de nosotros nos contagiamos con tremenda facilidad de estas modas y seguimos el juego a sus interesados creadores. En concreto me hago eco de un artículo de opinión “Sepulcros Blanqueados” escrito por Antonio Garrigues Walker, que se publicó en el diario ABC y en portal católico “Análisis Digital” hace unos días. Para reflexionar sobre esto tomaré un breve párrafo de uno de los Sermones de San Agustín: “Salvados en Esperanza” 

Guardaos, pues, hermanos, de que se corrompan con tales charlatanerías vuestras costumbres, de que se apague la esperanza, se debilite la paciencia y vayáis a dar en caminos de perversión. Más todavía: manteneos con humildad y mansedumbre en los caminos rectos que os enseña el Señor, a los que se refiere el salmo: Dirigirá a los humildes en el juicio y enseñará a los mansos sus caminos. Si no es humilde y manso, nadie puede conservar perpetuamente la paciencia en medio de las fatigas de este mundo, sin la cual no se puede custodiar la esperanza de la vida futura. Es manso y humilde quien no ofrece resistencia a la voluntad de Dios, cuyo yugo es ligero y cuya carga es leve, pero sólo para quienes creen en él, ponen su esperanza en él y le aman. De esta forma, la humildad y mansedumbre no sólo os llevará a amar sus consolaciones, sino también a soportar sus castigos, como buenos hijos. Eso significa esperar por la paciencia lo que aún no veis. Obrad y caminad así. Camináis en Cristo que dijo: Yo soy el camino. Aprended cómo se ha de caminar en él, no sólo en su palabra, sino también en su ejemplo. El Padre no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. El no opuso resistencia, sino que lo quiso igualmente, puesto que una sola es la voluntad del Padre y del Hijo conforme a la igualdad de la forma divina, poseyendo la cual, no consideró objeto de rapiña el ser igual a Dios (San Agustín, Sermón 157,2) 

El artículo reseñado y unos cuantos más, en la misma línea, que he leído en los últimos meses, se ajustan al patrón de moda que quieren imponer: 

Permítanme preguntarme una serie de cuestiones: 

¿Dónde está la Esperanza en estos discursos? La esperanza es que el Papa Francisco cambie todo antes de que alguien le frene. La Esperanza se basa en lo que esperan, supuestamente, las muchedumbres del mundo. 

¿Qué cabida tiene la Voluntad de Dios? Parece que Dios delega los cambios en nosotros y que hace siglos se ha desentendido de Su Iglesia. A Dios parece darle igual la religión que se profese. Su voluntad no ha sido revelar una Verdad única y coherente. 

¿Dónde queda lo sobrenatural? Parece que la transformación que tanto desean nos lleva a ser una gigantesca ONG cuyo objetivo es el cambio de sistema político en el mundo. Lo sobrenatural desaparece del discurso o incluso se utiliza como síntoma de ignorancia. 

¿Dónde queda la dimensión sagrada? Parece que los cultos y ritos son meras justificaciones para reunirnos de vez en cuando. Lo sagrado desaparece de la pretendida iglesia o queda relegado a algo residual. Siempre un concierto juvenil será más provechoso que celebrar la Santa Misa. 

Recordemos lo que nos dice San Agustín: “Es manso y humilde quien no ofrece resistencia a la voluntad de Dios, cuyo yugo es ligero y cuya carga es leve, pero sólo para quienes creen en él, ponen su esperanza en él y le aman.” ¿Cómo es el yugo que estas personas soportan sobre sí mismas? Parece ser que este yugo es tremendo e insoportable y que por eso buscan que desaparezca. Quienes confiamos en el Señor encontramos el mismo yugo leve y esperanzador. 

No niego que cada vez que leo este tipo de artículos me siento preocupado, pero no por el futuro de la Iglesia, que sé que está bien guardado por el Señor. Mi preocupación se centra en la multitud de católicos que compran esta mercancía fraudulenta y se unen a la masa que pide gritando la condena de la Iglesia y el indulto de su iglesia. No se, me recuerda cierto episodio previo a la crucifixión. ¿Recuerdan ustedes a Pilatos preguntando a Cristo, qué es la Verdad? ¿Ofreciendo el indulto a uno de los dos prisioneros? 

Pero saben; al tercer día Cristo resucitó. ¿Qué podemos temer? Esta fe nos llena de esperanza a quienes confiamos en el timonel de la Nave Eclesial. 

"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18)