La oración del Avemaría, por el contrario de lo que ocurre con el Padrenuestro, termina siendo una oración privativa de los católicos. Contribuyen a ello razones de tipo histórico, muy evidentes en el caso de los ortodoxos, y razones de tipo dogmático, muy notorias en el caso de los protestantes. Vamos a centrarnos hoy en el caso de los ortodoxos y otro día veremos lo que acontece en el de los protestantes.
Tuvimos ocasión de comprobar en su día (pinche aquí si desea conocer en qué circunstancias) que el Avemaría no está definitivamente configurado hasta que tras el Concilio de Trento, San Pío V fija y consagra su texto en 1568. Para entonces, la última segregación ortodoxa, la de Miguel Cerulario que es por lo menos la tercera en la historia de las agitadas relaciones entre las iglesias de oriente y occidente, tiene ya 514 años.
Pues bien, para cuando ésta se produce en 1054, sí existe una tradición consolidada de recitar unidas las dos salutaciones a María que recoge el Evangelio de Lucas, la del Arcángel Gabriel y la de Isabel, algo que conocemos bien gracias a Severo de Antioquía (m. 538) o San Juan Damasceno (m. 749), sólo a modo de ejemplo. Con lo que el Avemaría reza para entonces así: “Dios te salve, llena ere de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Pero la oración se halla en un estadío tan temprano de su evolución que ni siquiera se le han incorporado todavía los vocativos “María” al inicio y “Jesús” al final, aportaciones que cabe atribuir al Papa Urbano IV, (12611264), y menos aún las rogativas contenidas en su segunda parte.
Aceptado, pues, que los ortodoxos no recorren, por lo que al Avemaría se refiere, el mismo camino que recorren los católicos, ello no es óbice, sin embargo, para que en el ámbito ortodoxo exista también una oración parecida surgida a partir del estadío en el que se hallaba su evolución en el momento en el que se produce la secesión, oración que reza en estos términos:
“Alégrate María, virgen madre de Dios, llena de gracia, el señor esté contigo, bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, pues tú has dado a luz al salvador de nuestras almas”.
©L.A.
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