La primera lectura del día posterior a la Epifanía ha dado bastante que hablar en las redes sociales. Tomo los dos últimos párrafos, que es donde se centran bastantes de los comentarios: 

Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo. Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque aquel que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo. 

Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha. Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. Y en esto distinguiremos la verdadera de la falsa inspiración. (I Jn 4, 4-6) 

San Juan habla de lo que ha sido y será uno de los problemas más complicados de la Iglesia: la proliferación de herejías y su constante asedio a la doctrina de la Iglesia. En aquellos tiempos los gnosticistas se hicieron especialmente fuertes, dudando de la humanidad de Cristo, indicando que cualquiera puede ser un dios, mezclando magia y el Misterio Cristiano, etc… 

Si observamos la sociedad que nos rodea nos daremos cuenta que las formas, maneras y apariencias cambian, pero frente a la doctrina Apostólica siempre han existido apetecibles ofertas alternativas. La religión se oferta dentro de los centros espirituales como si fuera una bien de consumo más. Algo que satisface nuestras necesidades y llena el vacío que sentimos, ajustándose a nuestros deseos, circunstancias y capacidad de compromiso. 

Las herejías siempre tienen como objetivo transformar a Cristo, ya que es la Piedra Angular de nuestra Fe. Si se cambia el entendimiento de su Persona, Palabras y Misterio, se trastoca directamente la fe. Aunque no cambien las palabras, estas cambian de sentido si Cristo, Eje que centro de la creación, cambia. Por eso la Iglesia siempre ha guardado la Tradición Apostólica como un tesoro de incalculable valor. San Juan nos previene de quienes sutilmente saben ofertarnos estas apetecibles alternativas. 

Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha.Quien habla al mundo y el mundo le aclama, habla el lenguaje que al mundo le gusta oír. ¿Qué es el mundo? Mucho se ha hablado y escrito sobre el sentido de la palabra mundo. La forma más sencilla de entender qué es mundo es viendo qué ocurre cuando ponemos todas las palabras de Cristo y la Tradición Apostólica como eje de nuestra comunicación. ¿Quién rechaza el mensaje? La sociedad que mira sus intereses egoístas y lucha por controlar el pensamiento y la vida de quienes la componemos. Sus portavoces o voceros son los grandes medios de comunicación y su fuerza, las ideologías que sesgan, rompen y corrompen al ser humano. 

Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha” Esta simple frase pone en cuestión la evangelización como fenómeno de masas. A veces pensamos que Dios espera de nosotros que desarrollemos un método de producción de nuevos cristianos, que procese al “mundo” y lo convierta en Reino de forma automática. La religión de estado fue la mayor y más eficaz máquina cristianizadora, pero todos estamos viendo que su resultado ha sido únicamente un leve barniz cultural que se deshace en unas pocas décadas. 

Tenemos que ser conscientes que la evangelización es posible cuando el receptor está dispuesto a escuchar y aceptar la Buena Noticia. Cuando se comunica el Evangelio a alguien que es de Dios, será recibido con alegría. Si comunicamos el Evangelio a quien no desea escuchar, nuestras palabras y gestos serán incomprensibles y hasta rechazables. 

Un joven Joseph Ratzinger se aventuraba en los 70 a imaginar la Iglesia del futuro: 

Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad.” (Joseph Ratzinger, 1970, "Fe y futuro")

Pueden leer más sobre estas “profecías” en este artículo: ¿Cómo será la Iglesia en el año 2000?
 

Cabría preguntarnos hacia dónde vamos en el camino de la evangelización. A veces parece que nos gusta estar presentes en el mundo, que nos acoja gustosamente y nos de palmaditas en el hombro. Pero ¿Esto es realmente evangelizar? Quizás debamos empezar desde el principio. ¡Es nuestra esperanza!