Ratzinger, según los cronistas que relacionan la aritmética con la fe, no tenía tanto tirón como Francisco, pero esta gente ignora que Dios llega lo mismo a muchos a puerta cerrada que a uno solo en los espacios abiertos, como demuestra su advenimiento al conjunto de los apóstoles en Pentecostés o ese hacerse el encontradizo con San Pablo. Quiero decir que sobra esa comparación continua entre uno y otro pontífice a cuenta de quién predica mejor, quien conecta con la gente y quien llena más la plaza de San Pedro. Quien llena es Dios, que para eso es ubicuo.