La crisis de vocaciones tiene mucho que ver con la de personalidad, pues entre los que reciben la llamada hay quien no la sigue por la inseguridad derivada de no considerarse lo suficientemente bueno, cuando eso es lo menos, ya que Dios no tiene en cuenta el currículo vitae en la entrevista de trabajo, dónde, en lugar de preguntar por el nivel de inglés, te informa de que lo de Babel fue cosa suya para que sepas que habla también tu idioma. Es decir, te pide que tenga plena confianza en él. Dicho en palabras de San Agustín: confía tu pasado a su misericordia, tu presente a su amor y tu futuro a su Providencia.
La Providencia no es el factor suerte del católico, sino el machete que desbroza un camino que con su ayuda unos, los misioneros, hacen a pecho descubierto y otros en clausura, como las monjas del convento de Lucena a las que ha telefoneado el Papa para desearles feliz Navidad. Dado que no le cogieron el celular a la primera, insistió, no sin antes preguntar con tierna ironía sobre la ocupación que les privaba de hablar con él. Resulta que estaban de conversación con Dios, así que Francisco, encantado de ser segundo plato, les regaló a las hermanas más de un cuarto de hora de conversación, que, aunque las ha hecho célebres, no tiene nada que ver con los quince minutos de fama televisiva que persigue quien ignora que la eternidad no tiene nada que ver con el hombre del tiempo.