Francisco ha aprovechado la primera misa del año para pedir el cese de la violencia, petición que en su boca no suena como el basta ya de un acampado en Sol ni como el nunca mais del desmaquillador profesional de chapapote. En boca del Papa el no a la guerra no lleva implícito el sí a Cuba. No es el mensaje de un ideólogo sectario, sino la voz de Pedro que propone que nos comportemos como Dios manda.
Francisco ha preguntado qué es lo que sucede en el corazón del hombre para que la arritmia esté tan de moda. Y ha aclarado que el antídoto de la situación es el retorno al mandamiento nuevo como modelo de conducta, que debe de empezar en la familia, por lo que llama a recuperar el hogar, dulce hogar para que la violencia deje de ser la chica del momento. La única, por cierto, que vive sin problemas en Ciudad Juárez. Y ese el problema.