En el imaginario socialista un extremista de derechas no es ya el señorito jerezano adicto al Garvey, a la jaca y a la mancebía, que contrata a La Chunga para el baile y a Peret para las palmas, sino cualquiera que no encuentre relación entre el progresismo y las matemáticas. El progresista cree que su doctrina es exacta, pero para serlo le sobra Rusia. Por eso Rubalcaba, que es de ciencias, no da con la fórmula electoral. En química, si yerras, te estalla a lo sumo una probeta, en tanto que en historia, a poco que te equivoques, la cosa acaba en purga.