Hay quienes dicen que escriben para vivir otras vidas. Y quienes aseguran que lo hacen como terapia. Ya. Sólo me lo creo si es de grupo pues estoy seguro de que en general escribimos para que nos lean. Yo, al menos, sí. En caso contrario, en lugar de Javier López sería Ana Frank, en lugar de un blog católico tendría un diario judío y en lugar de denunciar la estrategia de los guardianes del fascismo relativista denunciaría los métodos de la Gestapo.

Escribo, pues, para que me lean. Por eso dedico este artículo a Caminant, mi lector de cabecera, con quien me carteo por internet casi desde que comencé este blog. Por sus comentarios sé que tenemos mucho en común. Entre otras cosas, el modo de caminar, ese paso lento, pero seguro, que se nos queda a los que, a fuerza de tropezar, hemos tenido varios esguinces en la vida. También nos une el modo de entender a Dios, ese saber que el yugo llevadero y la carga ligera son buenos para la columna.