Los neutrales consideran que la discusión entre el catolicismo y el laicismo equivale a un diálogo de sordos entre Llongueras y un piel roja, incapaces de ponerse de acuerdo sobre si lo que se lleva son los rizos o es el rapado. Para un neutral la cuestión estriba en determinar si Bruce Willis está más guapo en Luz de Luna que en Pulp Fiction, cuando lo que se dilucida en el debate es si vive mejor o no un hombre desilusionado que el calvo de Navidad. 

Para acabar con la ilusión el laicismo argumenta que la Navidad se ha convertido en una fiesta mundana, mientras el neutral, que se pone  de perfil, le echa un ojo a la indiferencia y otro al polvorón.  El católico, por su parte, cuando escucha Noche de Paz escucha a Dios tararearle el himno del sosiego post placenta. De modo que para un católico la Navidad es el baby boom concentrado en el unigénito, pues a través de María uno nació para salvación de todos. Con Jesús nace la humanidad de nuevo. Un prodigioso parto múltiple sin comadrona ni epidural.