Esta semana ha presentado el Papa Francisco su primer documento estrictamente suyo, ya que la encíclica Lumen Fidei la escribió "a la limón" con Benedicto XVI. El documento se llama "La Alegría del Evangelio" (disponible también en formato EPUB).
Como escribí en un libro sobre este tema (Entusiasmate): "El símbolo por antonomasia del cristianismo es la Cruz, que lejos de ser sólo un patíbulo se ha convertido en el trono desde el que Jesús nos recuerda el mayor testimonio posible de amor generoso. Quien dio su vida por nosotros está clavado en la Cruz, sufriendo, mostrándonos que el dolor, también el dolor del inocente, tiene un sentido profundo. Con ser imprescindible la imagen de Jesús en la cruz, reducir su vida y su mensaje a ese supremo momento distorsionaría el resto de su vida terrena. Jesús no estuvo sufriendo permanentemente, también rió, cantó, trabajó, consoló, ayudó. En varios pasajes del Evangelio leemos cómo los discípulos dejan todo, inmediatamente, cuando Jesús se lo pide. Además de la Gracia propia del Hijo de Dios, ese seguimiento indiscutido indica que su figura también tenía un enorme atractivo humano: algo que ilusionaba y hacía a los hombres y mujeres que le seguían cambiar drásticamente su vida. Jesús arrastraba muchedumbres porque su palabra era poderosa, pero también porque su mensaje era atrayente, porque sus oyentes se entusiasmaban al oírle hablar, y así el “ven y sígueme”, se contestaba afirmativamente, sin titubeos, arrastrados por el amor que percibían en aquella figura cercana, sonriente, alegre. Podemos también imaginar a Jesús riendo, jugando con su madre o sus vecinos en la adolescencia, comentando los sucesos cotidianos con sus paisanos, escuchando e interesándose por todos. Ese también es Jesús Redentor, ahí también estaba salvando al género humano, porque todo lo que hizo, desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, nos devuelve la amistad con Dios, nos enseña cómo es Dios, porque Él es Dios. Los cristianos estamos llamados a vivir como Cristo, a imitar a Jesús, único modelo perfecto. “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”, y eso en todos los ambientes, en todas las circunstancias. La fatiga, el trabajo, la contrariedad, el dolor son cristianos, pero también la alegría, disfrutar de la Creación que Dios nos regala, del amor de las personas que nos quieren, de las cosas que nos agradan"