Si el pasado día 3 veíamos el significado de la palabra “amén” (pinche aquí si todavía no lo conoce y desea hacerlo), y después el día 10 el de la palabra “aleluya” (pinche aquí para conocer lo que significa “aleluya”), toca hoy conocer el de otra palabra algo menos utilizada pero no por ello menos curiosa: “hosanna”.La palabra “Hosanna” aparece citada en el Evangelio en hasta seis ocasiones que se corresponden sin embargo con apenas dos eventos diferentes. El primero de ellos lo citan tres evangelistas, en un extraño episodio de entendimiento interevangelístico, pues no relaciona a Mateo, a Marcos y a Lucas como acostumbra a ocurrir cuando en un episodio se ponen de acuerdo tres evangelistas, sino a Mateo, a Marcos y a Juan, quedando Lucas fuera del consenso.
El episodio en cuestión lo narra Mateo con las siguientes palabras:
“Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: ‘¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!’. Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. ‘¿Quién es éste?’, decían. Y la gente decía: ‘Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea’” (Mt. 21, 910).
Marcos con éstas muy parecidas:
“Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: ‘¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!’ Y entró en Jerusalén, en el Templo, y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania” (Mc. 11, 911).
Y Juan con éstas algo diferentes:
“Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: ‘¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el rey de Israel!’” (Jn. 12, 1213).
El episodio correspondiente, Lucas lo narra de manera similar a sus colegas sinópticos, pero omitiendo la palabra que hoy analizamos:
“Y lo trajeron a Jesús; y, echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto. Decían: ‘¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas’”. (Lc. 19, 35-38).
El segundo episodio en el que se menciona la palabra “hosanna” tiene lugar justo a continuación, pero en esta ocasión sólo lo cita Mateo.
“Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el Templo: ‘¡Hosanna al Hijo de David!’, se indignaron y le dijeron: ‘¿Oyes lo que dicen éstos?’ ‘Sí -les dice Jesús-. ¿No habéis leído nunca que De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza?’” (Mt. 21, 1516).
Entrando de lleno en todo lo relativo a la palabra, por lo que hace a su origen proviene del latín “osanna”, del griego “ὡσαννά” (hōshia ná), y originariamente del hebreo “הושיעה־נא, הושיעה נא” (hôshia-nā’), abreviatura de “hôšî‘â-nā’”, y del arameo “הושע נא”.
En cuanto a su significado, significaría algo así como “salvación”, un significado que cuadra muy bien con los relatos que nos hacen Marcos (“¡Hosanna [¡Salvación!]! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”) y Juan (“¡Hosanna! [¡Salvación!] ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el rey de Israel!”), aunque algo peor con el que nos hace Mateo (‘¡Hosanna al Hijo de David! [¡Salvación al Hijo de David!] ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!) dónde no termina de tener significado, pues del contexto de la acción no se desprende que sea Jesús el que precisa de salvación, sino el que la trae.
En el Antiguo Testamento traducido al español no encontrará Vd. la palabra como tal. En cualquier caso, el uso que el pueblo judío hace del término cuando recibe a Jesús proclamándolo, parece relacionado con el Salmo 118 en el que se lee precisamente esto:
“¡Yahvé, danos la salvación [hosanna]! ¡Danos el éxito, Yahvé!” (Sl. 118, 25).
Lo cierto es que en el uso posterior por parte del cristianismo y de la liturgia parece haber perdido ese sentido originario de “salvación” para adquirir un nuevo sentido asimilable a “alegría”, “albricias”, que es con el que cabe interpretarlo cuando se canta o se reza eso que dice “hosanna en las alturas” (que no está como vemos en ninguno de los evangelios), el cual traducimos interiormente como “albricias, alegría en las alturas”, cuando con mayor adecuación a su significado original significaría “salvación en las alturas”, siendo así, sin embargo, que no es en las alturas adonde Jesús viene a traer la salvación –que la interpretemos metafísicamente como la interpretamos los cristianos, que la interpretemos políticamente, como parecían interpretarla los judíos que aclamaban a Jesús cuando hacía su entrada triunfal en Jerusalén- sino a nuestras bien mundanales “bajuras”.
©L.A.
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