Vimos hace unos pocos días como en 1265 el español Pedro Nolasco (pinche aquí para conocerlo todo sobre su figura y su relación con la Virgen de la Merced) fundaba la orden de los mercedarios para el rescate de cautivos en manos de los sarracenos principalmente. No era, sin embargo, la primera orden fundada con carisma tal, pues sesenta y siete años antes, Juan de Mata fundaba en el mismo espíritu la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos, generalmente conocida como orden de los trinitarios.
Juan de Mata según se le conoce en español, Jean de Matha en francés, Giovanni de Matha en italiano, nace en Faucon, probablemente Faucon de Barcelonette, aunque bien pudo ser Faucon Du Caire, en la Provenza francesa el 23 de junio de 1160. Tampoco es absolutamente cierto quién es su padre, si bien según los trabajos del P. J. Cippolone, podría ser el español Eufemio de Mata, señor de la zona al servicio de D. Ramón Berenguer, Conde de Provenza. Su madre se llama Marta y es la responsable de su educación en la fe y de su piadosa vocación. Tras estudiar filosofía en Aix-en-Provence y en Marsella, donde frecuenta la visita de los hospitales y las cárceles, y teología en el estudio de la catedral de París, precedente de lo que luego será la Universidad de la Sorbona, en este mismo centro imparte clases de teología entre los años 1190 y 1193.
El panorama que toca vivir a Juan de Mata viene dominado por un enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que genera un número ingente de cautivos y esclavos. El momento es favorable al islam. Por un lado, en Tierra Santa, en 1187 Saladino vence a los cristianas en Hattin y toma Jerusalén. Por otro lado, en el sur de Europa, en España, una nueva invasión musulmana, la de los almohades, con un ejército de 300.000 soldados, supone un serio revés para una Reconquista que va camino de cumplir cinco siglos.
En ambiente tal y mientras celebra su primera misa en París, el 28 de enero de 1193 Juan recibe una visión en la que se aparece Jesús vestido de blanco con una cruz roja y azul con las manos sobre “dos hombres encadenados por las tibias: uno negro y feo, y el otro blanco y pálido”, a la que sigue después la aparición de un ciervo blanco con una cruz roja y azul entre los cuernos, hechos que Juan interpreta como que Dios le llama a fundar una nueva orden religiosa para ocuparse del rescate de los cautivos a la que llama “Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos”. Cuando en más adelante Juan abra el hospital de Santo Tomás in Formis, de Roma, colocará en su fachada principal un mosaico circular, que aún hoy existe, en el que vemos a un Cristo Pantocrator, con dos hombres a los lados cogidos de los brazos, uno negro y el otro blanco, convertido desde entonces en el sello de la Orden de la Santísima Trinidad.
Tras un período de meditación en el lugar conocido como Cerfroid, hoy Brumetz, Juan se une a un grupo de cuatro ermitaños, entre los cuales Félix de Valois, canonizado también, con los que procede a la fundación, creando allí mismo la primera comunidad de trinitarios. A ella siguen la de Planels y la de Bourg-la-Reine. La orden se extiende con nuevas casas, en Marsella, en París, muchas en España, Avingaña (Lérida), Toledo, Segovia, Burgos... y manda a sus monjes al norte de África, a las tierras fronterizas española, y a Tierra Santa, donde abre casa en San Juan de Arce, Cesarea, Beirut y Jafa.
El Papa Inocencio III hará mucho por la orden. Es el que aprueba la regla mediante Bula del 17 de diciembre de 1198, le da una carta dirigida al rey de Marruecos, con la que Juan realiza su primera redención de cautivos y en 1208 le dona una abadía cisterciense, cerca del Coliseo romano, Santo Tomás in Formis, que el Santo convierte en hospital para cautivos. Precisamente en él, a la edad de cincuenta y tres años, vendrá a morir Juan el 17 de diciembre de 1213, dejando para entonces una treintena de comunidades trinitarias. Un relato anónimo de la primera mitad del siglo XIII relata su vida.
Mediante bula de 21 de octubre de 1666, el Papa Alejandro VII lo canoniza, Clemente IX aprueba su misa y oficio propios y Clemente X fija su fiesta el 17 de diciembre. Se veneran sus restos en el convento de los trinitarios de Salamanca, adonde llegan el 26 de agosto de 1674. Se celebra su fiesta el día 17 de diciembre, fecha de un doble aniversario importante: de la aprobación de su regla en 1198, y de su muerte en 1213. Se da la circunstancia de que celebran los trinitarios también este año otro centenario, en este caso el cuarto: el de su gran reformador, el español San Juan Bautista de la Concepción.
Felicidades pues a todos los trinitarios, y muy en especial a ese viejo amigo de En Cuerpo y Alma que es Antonio Aurelio Fernández, a quien tuvimos ocasión de entrevistar en estas mismas páginas (pinche aquí si desea leer la entrevista) sobre la magnífica labor de rescate de niños esclavos que, por increíble que pueda parecer, aún tiene que realizar en pleno s. XXI.
©L.A.
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