- Sé que la expresión “fotocopia de Cristo” no se puede aplicar ni al santo más santo. La uso -como indiqué en el escrito “Presentación”- en el sentido en que fray Modestino de Pietrelcina se la aplicaba a su Padre espiritual, el Padre Pío.
12. Como Jesús, que se presentó como «el camino» que lleva al Padre (cfr. Jn 14, 6).
Éste fue el diálogo entre el apóstol Tomás y Jesús: - «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». - «Yo soy el camino… Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 5-6).
El Libro del Génesis, tras el relato del pecado de Adán y de Eva, y refiriéndose al hombre, afirma: «El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida» (Gn 3, 23-24).
Sólo Dios, el que cerró el camino del árbol de la vida al hombre pecador, podía abrirlo de nuevo a los hombres. Y, «rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó» (Ef 2, 4), nos envió a su Hijo unigénito para que fuera el camino que nos lleve hasta él. Un camino tan abierto y tan orientado hacia el árbol de la vida, hacia Dios, que la Carta a los Efesios sigue diciendo: «Nos ha hecho revivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él» (Ef 2, 5-6).
De este camino nos dijo Cristo que es «angosto» pero que «lleva a la vida» (Mt 7, 14). Un camino que él, el Hijo de Dios hecho hombre, no sólo lo recorrió a lo largo de su vida, sino que también nos lo dejó marcado con detalle en sus enseñanzas.
El Libro del Génesis, tras el relato del pecado de Adán y de Eva, y refiriéndose al hombre, afirma: «El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida» (Gn 3, 23-24).
Sólo Dios, el que cerró el camino del árbol de la vida al hombre pecador, podía abrirlo de nuevo a los hombres. Y, «rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó» (Ef 2, 4), nos envió a su Hijo unigénito para que fuera el camino que nos lleve hasta él. Un camino tan abierto y tan orientado hacia el árbol de la vida, hacia Dios, que la Carta a los Efesios sigue diciendo: «Nos ha hecho revivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él» (Ef 2, 5-6).
De este camino nos dijo Cristo que es «angosto» pero que «lleva a la vida» (Mt 7, 14). Un camino que él, el Hijo de Dios hecho hombre, no sólo lo recorrió a lo largo de su vida, sino que también nos lo dejó marcado con detalle en sus enseñanzas.
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El Padre Pío de Pietrelcina, en el recordatorio de su Primera Misa, celebrada en su pueblo natal el 14 de agosto de 1910, escribió estas palabras: «Jesús, mi ideal y mi vida: hoy que, temblando de emoción, te elevo en un misterio de amor, que yo sea contigo para el mundo Camino Verdad Vida, y para ti sacerdote santo y víctima perfecta». No es poco lo que desea y lo que pide: ser para el mundo lo que fue y es Jesús: «Camino» hacia Dios Padre. Y serlo -de otro modo sería una utopía- «contigo», con Jesús.
• El Padre Pío había comprendido muy bien que el único «camino» que nos conduce al Padre es Jesús. Y no sólo lo recorrió con valentía, sino que se identificó de tal modo con él que pudo escribir a su Director espiritual, el 18 de abril de 1912: «El corazón de Jesús y el mío, permítame la expresión, se fusionaron. Ya no eran dos corazones que latían, sino uno solo. Mi corazón había desaparecido como una gota que se pierde en el mar».
- Entre los muchos mensajitos que el Padre escribió en estampas y en trozos de papel, encontramos éste: «El guía seguro para todos es sólo Jesús, que ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”».
- Para el Padre Pío la criatura que más fielmente recorrió este «camino» hacia el Padre fue la Virgen María. Podía, por tanto, verla como modelo para sí y proponerla como tal a los demás. El 1 de julio de 1915 escribió a su Director espiritual, el padre Agustín: «Esforcémonos, pues, como tantas otras almas elegidas, por tener siempre delante a esta bendita Madre, por caminar siempre junto a ella, ya que no hay otro camino que conduzca a la vida sino el que nuestra Madre ha seguido. Nosotros que queremos llegar a la meta, no rehusemos seguir este camino».
- El Padre Pío sabía muy bien que ese «camino» pasa por el Calvario, aunque termina en el Tabor. Y se animaba, y animaba a los demás, a recorrerlo con generosidad y constancia: «Subamos con generosidad al Calvario por amor de aquél que se inmoló por nuestro amor; y seamos pacientes, convencidos de que ya hemos emprendido el vuelo hacia el Tabor».
- En ese «camino», angosto, que hay que recorrerlo, como Jesús, con la cruz al hombro, el Padre Pío descubría a Cristo actuando de cirineo y a Dios ofreciéndonos su gracia reanimadora: «No digas que te encuentras sola subiendo al Calvario y que te encuentras sola luchando y llorando, porque contigo está Jesús, que no te abandona jamás». «Pensar en la gracia de Dios que te sostiene y en el premio que Jesús te tiene reservado, te servirá de dulce estímulo».
- Y, porque también para él, era un «camino» difícil de recorrer, el Padre Pío, con admirable humildad, pedía ayuda a sus hijos espirituales. El 25 de mayo de 1918 escribió a Marta Campanile: «Solo te ruego que me ayudes con tu oración frecuente al Señor para que me conceda caminar siempre rectamente delante de él».
• Y el Padre Pío, al igual que Jesús, además de recorrer él el «camino» que lleva al Padre, lo señaló con detalle en sus enseñanzas.
- En la Presentación de le edición española del Epistolario II del Padre Pío se dice: «Tenemos entre manos un valioso y completo manual de vida cristiana, y no precisamente para los que inician este camino en el seguimiento de Cristo sino para los que, como el Padre Pío y Raffaelina Cerase, buscan las altas metas de la santidad». Lo que se dice aquí del volumen II lo podemos afirmar, no con menos razón, de los otros tres volúmenes del Epistolario.
- Quien quiera ahorrarse el trabajo de buscar esas enseñanzas del Padre Pío en los diversos medios en que nos han llegado: el Epistolario, los breves mensajes escritos por él en estampas y en trocitos de papel, las orientaciones que impartía antes del rezo diario del Ángelus, los consejos que daba a sus hijos espirituales, cuando éstos han tenido a bien divulgarlos…, puede acudir a la carta 33 del Epistolario II, de 16 de noviembre de 1914. En ella el Padre Pío presenta con detalle a Raffaelina Cerase lo que implica recorrer ese «camino» hacia el Padre, que es, como se ha repetido, el mismo Hijo de Dios: vicios a los que hay que renunciar, virtudes que hay que adquirir, medios que es necesario emplear, espíritu con el que hay que caminar…
- No quiero olvidar un dato importante. Las enseñanzas del Padre Pío no tienen la frialdad de las de algunos profesores. Llevan el calor de un padre que acompaña, que anima, que ofrece motivaciones… Por ejemplo ésta: «No te fijes mucho en el camino que recorres; clava siempre tu mirada en aquel que te guía y en la patria celeste a la que te conduce. ¿Te tendría que importar que tu camino sea por el desierto o por los campos, sabiendo que Dios está siempre contigo y que alcanzas la gozosa eternidad?».
• El Padre Pío había comprendido muy bien que el único «camino» que nos conduce al Padre es Jesús. Y no sólo lo recorrió con valentía, sino que se identificó de tal modo con él que pudo escribir a su Director espiritual, el 18 de abril de 1912: «El corazón de Jesús y el mío, permítame la expresión, se fusionaron. Ya no eran dos corazones que latían, sino uno solo. Mi corazón había desaparecido como una gota que se pierde en el mar».
- Entre los muchos mensajitos que el Padre escribió en estampas y en trozos de papel, encontramos éste: «El guía seguro para todos es sólo Jesús, que ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”».
- Para el Padre Pío la criatura que más fielmente recorrió este «camino» hacia el Padre fue la Virgen María. Podía, por tanto, verla como modelo para sí y proponerla como tal a los demás. El 1 de julio de 1915 escribió a su Director espiritual, el padre Agustín: «Esforcémonos, pues, como tantas otras almas elegidas, por tener siempre delante a esta bendita Madre, por caminar siempre junto a ella, ya que no hay otro camino que conduzca a la vida sino el que nuestra Madre ha seguido. Nosotros que queremos llegar a la meta, no rehusemos seguir este camino».
- El Padre Pío sabía muy bien que ese «camino» pasa por el Calvario, aunque termina en el Tabor. Y se animaba, y animaba a los demás, a recorrerlo con generosidad y constancia: «Subamos con generosidad al Calvario por amor de aquél que se inmoló por nuestro amor; y seamos pacientes, convencidos de que ya hemos emprendido el vuelo hacia el Tabor».
- En ese «camino», angosto, que hay que recorrerlo, como Jesús, con la cruz al hombro, el Padre Pío descubría a Cristo actuando de cirineo y a Dios ofreciéndonos su gracia reanimadora: «No digas que te encuentras sola subiendo al Calvario y que te encuentras sola luchando y llorando, porque contigo está Jesús, que no te abandona jamás». «Pensar en la gracia de Dios que te sostiene y en el premio que Jesús te tiene reservado, te servirá de dulce estímulo».
- Y, porque también para él, era un «camino» difícil de recorrer, el Padre Pío, con admirable humildad, pedía ayuda a sus hijos espirituales. El 25 de mayo de 1918 escribió a Marta Campanile: «Solo te ruego que me ayudes con tu oración frecuente al Señor para que me conceda caminar siempre rectamente delante de él».
• Y el Padre Pío, al igual que Jesús, además de recorrer él el «camino» que lleva al Padre, lo señaló con detalle en sus enseñanzas.
- En la Presentación de le edición española del Epistolario II del Padre Pío se dice: «Tenemos entre manos un valioso y completo manual de vida cristiana, y no precisamente para los que inician este camino en el seguimiento de Cristo sino para los que, como el Padre Pío y Raffaelina Cerase, buscan las altas metas de la santidad». Lo que se dice aquí del volumen II lo podemos afirmar, no con menos razón, de los otros tres volúmenes del Epistolario.
- Quien quiera ahorrarse el trabajo de buscar esas enseñanzas del Padre Pío en los diversos medios en que nos han llegado: el Epistolario, los breves mensajes escritos por él en estampas y en trocitos de papel, las orientaciones que impartía antes del rezo diario del Ángelus, los consejos que daba a sus hijos espirituales, cuando éstos han tenido a bien divulgarlos…, puede acudir a la carta 33 del Epistolario II, de 16 de noviembre de 1914. En ella el Padre Pío presenta con detalle a Raffaelina Cerase lo que implica recorrer ese «camino» hacia el Padre, que es, como se ha repetido, el mismo Hijo de Dios: vicios a los que hay que renunciar, virtudes que hay que adquirir, medios que es necesario emplear, espíritu con el que hay que caminar…
- No quiero olvidar un dato importante. Las enseñanzas del Padre Pío no tienen la frialdad de las de algunos profesores. Llevan el calor de un padre que acompaña, que anima, que ofrece motivaciones… Por ejemplo ésta: «No te fijes mucho en el camino que recorres; clava siempre tu mirada en aquel que te guía y en la patria celeste a la que te conduce. ¿Te tendría que importar que tu camino sea por el desierto o por los campos, sabiendo que Dios está siempre contigo y que alcanzas la gozosa eternidad?».
Elías Cabodevilla Garde