La modernidad entendida al nihilista modo es el pantalón de campana que cubre la canilla pálida del relativismo, un movimiento retro cuyos valedores llevan el pelo largo y los calcetines a medio subir, lo que significa que a sus ideas avanzadas se les nota la edad en la flacidez del músculo. Existe, no obstante, otra modernidad siempre joven, la que entronca con Dios, que se alcanza desde el punto de partida de que San Francisco de Asís ha hecho más que Darwin por el mundo animal.
Para debatir sobre los conceptos de modernidad y cristianismo en un congreso que se celebra en Nueva York ha sido invitado el arzobispo de Granada, Javier Martínez, lo que seguramente indignará a la progresía patria, que se preguntará qué sabe de modernidad el editor del libro que sugiere que la mujer casada no se afilie a Femen tras el sí quiero. La progresía patria, por supuesto, considera que la Iglesia es arqueología, lo que la inhabilita para hablar de futuro. Pero la progresía no ofrece alternativas para alcanzarlo, salvo un plan renove que propone sustituir la imagen de la Candelaria por un marco vacío.