Tomás de Aquino, sin perder el contacto con la realidad circundante, se atrevió a hacerse preguntas a sí mismo, dejándose acompañar por maestros de la talla de San Alberto Magno (11931280)[3]. Esto es un dato histórico importante, pues el aprendizaje incluye dejarse enseñar por los demás. La verdad se comparte y eso aporta nuevas luces. Pretender que nacemos sabiéndolo todo, es ilógico, una mentira en toda regla. Platicar sobre temas profundos de vez en cuando, ayuda a cambiar el mundo. El método de caminar juntos y plantear los diferentes puntos de vista, hunde sus raíces en Santo Domingo de Guzmán (11701221), nada más y nada menos que el fundador de la orden a la que pertenecía Tomás. Domingo –otro de los grandes maestros españoles- tenía claro que Cristo es la verdad; sin embargo, en lugar de imponerla, la proponía a través del diálogo, debatiendo con palabras y, sobre todo, valiéndose de la coherencia con la que vivió hasta el final.
Lo valioso del método tomista es que parte de la investigación y del diálogo sincero con Dios. Un estudioso que se abre a la trascendencia, tiene una mejor visión de las cosas que investiga, pues sus horizontes no se encuentran condicionados únicamente a lo que puede pasar por el laboratorio. Hay una perspectiva cuantitativa y, al mismo tiempo, cualitativa. Así fue el trabajo de Tomás de Aquino.
¿Cuál es la raíz de la crisis antropológica del siglo XXI? La falta de interés por las grandes preguntas de todos los tiempos. En este sentido, la espiritualidad dominicana –expuesta de forma admirable por Sto. Tomás de Aquino- nos propone retomar la reflexión teológica para poder aplicarla a la vida. El estudio –cuando hay oración de por medio- constituye una herramienta clave para mantener viva la humanidad del propio ser humano. Si bien es cierto que la fe no es un concepto o fórmula matemática, pues se trata de una experiencia vital, puede llegar a diluirse cuando falta pasión por la verdad. De ahí la relevancia del pensamiento aristotélico-tomista.
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[1] Cf. Suma Teológica 1, q2, a3.
[2] MARTÍNEZ, Felicísimo, Tomás de Aquino: buscador de la verdad, España, Equipo PJV de la Familia Dominicana, 2006, pp. 1517.
[3] Fraile alemán que perteneció a la Orden de Predicadores. Fue un notable obispo, teólogo, filósofo, geógrafo, matemático y exponente de la química. En 1250, descubrió el arsénico. Destacó por su humildad y congruencia con los valores cristianos.