Francisco no es el Cholo de la Iglesia, pero lo cierto es que su planteamiento táctico ha revitalizado al clero y desconcertado al laicismo hasta el punto que ya no saca amarilla a la curia con la facilidad de antes, cuando al equipo  eclesial le reprochaban su presunto abuso de las faltas para facilitar el repliegue.  Ahora ejerce un juego más vistoso, más eficaz, más directo,  pero sería injusto obviar lo que Del Bosque debe a Luis Aragonés.
Francisco  ha proseguido la obra de Benedicto, el Papa grande, para convertir a la Iglesia en la institución de moda, con el prefecto de la doctrina de la fe en el papel de Diego Costa, por lo que el laicismo pide al míster que le sustituya por alguien que se faje menos en los balones divididos. También cuenta con Parolin, que ejerce de Koque Resurrección, para el anuncio de la Parusía, que es la gran final. Yo no digo que sea un milagro, pero lo cierto es que con los mismos mimbres Francisco ha tejido el cesto del que salieron, multiplicados, los panes y los peces.