Siempre que se acerca la Navidad, no faltan las voces que descalifican todo lo que tenga que ver con adornos y regalos; sin embargo, el objetivo del post no va en ese sentido, pues tampoco hay que ser pesados. Simple y sencillamente, busca o pretende orientar mejor las compras de tal forma que, lejos de convertirse en una serie de distractores, impliquen compartir lo que somos y tenemos con aquellos que se encuentran pasando por un momento difícil.
No está mal tener un buen detalle con nuestros seres queridos; sin embargo, hacerlo bajo la modalidad forzada de un intercambio, puede echar a perder la ocasión. Casi siempre, da pie a malas interpretaciones y pleitos: “yo gasté quinientos pesos para que me vinieran dando un regalo de ciento cincuenta". Y así nos vamos, mientras que el acontecimiento histórico y escatológico de la Navidad brilla por su ausencia. ¿No es mejor regalarse libremente, incluyendo a los más necesitados? De nada sirve tener un amigo secreto si dentro del grupo todos se llevan por el interés de aparentar.
Muchos apelan a la amistad; sin embargo, suena poco amistoso ponerle cuota a lo que se supone es una relación sin fines de lucro. Es mejor reunirse para cenar, reírse, platicar, jugar y bailar. En otras palabras, por el simple gusto de encontrarse.