Según Küng, la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de Francisco será recibida con aprobación generalizada, también desde fuera de la Iglesia, y donde le caerán críticas será por su reiterada condena del aborto y por mantener la prohibición de la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar. Hay que destacar la premisa que Küng da por hecho; si los herejes, ateos, judíos y musulmanes aplauden al Papa, significa que va por buen camino, mientras que cualquier crítica recibida desde fuera de la Iglesia implica que algo malo está haciendo. Es la falsa tolerancia hoy en boga, cuyo único dogma es no ofender a nadie (exceptuando a los malvados tradicionalistas, por supuesto).
Küng establece una dicotomía interesante para explicar por qué Francisco no avanza todo lo rápido que quisieran los liberales. El que está frenando la “reforma” de la Iglesia, en la imaginación de Küng, es Müller, el representante del “dogmatismo”. A este prelado, que en realidad es otro modernista disfrazado de conservador, Küng dedica las siguientes “perlas” dialécticas:
- En una extensa contribución al Osservatore Romano (23 de octubre, 2013), Müller demuestra su postura ultra-conservadora (¡!) al insistir en excluir de los sacramentos a los divorciados y vueltos-a-casar, quienes, a no ser que vivan juntos como hermanos (¡!), están en un estado de pecado mortal, debido a la naturaleza sexual de su relación.
- El Papa quiere avanzar; el prefecto de la CDF pone el freno.
- El Papa piensa en la gente; el prefecto piensa sobre todo en la doctrina católica tradicional. (¿No era ese su trabajo?)
- El Papa quiere que el próximo sínodo de obispos sobre la familia en octubre de 2014 encuentre soluciones prácticas basadas en las opiniones de los laicos; el prefecto tira de argumentos dogmáticos para poder mantener el estatus quo inmisericorde.
Todos estos disparates producirían risa, si no fuera porque las torpezas teológicas de Küng ahora gozan de una magnífica salud entre la jerarquía de la Iglesia. Pero esta dicotomía Francisco-Müller es difícil de tragar. Bien se pudiera pensar que no fuera otra cosa que la estrategia de poli bueno-poli malo. Es un viejo truco; dos timadores adoptan papeles aparentemente contrarios, pero en realidad persiguen el mismo objetivo; robarle la cartera a su víctima. Ocurre algo similar en la política con la izquierda y la falsa derecha. Los de la izquierda insultan y critican a los del otro bando, fingiendo tener diferencias ideológicas irreconciliables, cuando en realidad son el mismo producto con distintas etiquetas. Los ciudadanos que huyen horrorizados de la izquierda, creen encontrar refugio en la falsa derecha, que prosigue con las mismas políticas que antes, pero con otro envoltorio.
Pero la experiencia del desastre posconciliar ha servido de algo: no hay que fiarse ni de polis-buenos, ni del polis-malos.Y de Küng, mejor no hablar. Y es que al fin y al cabo… por sus frutos los estamos conociendo a todos…
(Fuente: Maitte Cuffi)